Robert Johnson nació el 8 de mayo de 1911. La pareja que lo crió -una mujer elegante y un carpintero que había ganado suficiente dinero como para tener ahorros y una buena granja- debió migrar a Memphis por la persecución de un grupo de racistas incapaces de tolerar que una familia negra fuera independiente y exitosa.
En el curso de ese viaje, su madre tuvo un amorío furtivo con el padre biológico de Robert, un hombre que desapareció muy pronto. Johnson no creció en un entorno estable y de hecho fue durante toda su vida un verdadero errante. Tuvo una relación muy conflictiva con su padrastro, que pretendía obligarlo a trabajar en el campo, algo que Robert rechazó abiertamente aun cuando el único empleo posible para un negro en aquellos años era uno de ese tipo. Las personas negras trabajaban en la servidumbre y el campo o no trabajaban.
Johnson tomó una decisión: sabía que quería vivir de la música y se rebeló en aras de cambiar un destino al que parecía condenado. Empezó tocando para la gente de las plantaciones de algodón en sus breves períodos de descanso y luego empezó a probar suerte en la vida nocturna de los bares.
El jovencito nacido en Mississippi, era un músico mediocre hasta que decidió desaparecer de todos los lugares que frecuentaba por seis meses para volver hecho un experto guitarrista y un cantante cautivante. ¿Cómo lo logró? Se supone que hizo un pacto con el Diablo, que le exigió la entrega de su alma a cambio de la destreza en su oficio, en el cruce de las carreteras 61 y 49 de Clarksdale (Mississippi).
La voz de Johnson era muchas veces sombría. Ese temperamento estaba seguramente relacionado con su traumática historia personal. Recién en 1967, casi treinta años después de muerte, se encontró su acta de defunción y se pudo reconstruir parte de su vida con algunos datos más concretos que complementaron la enorme tradición oral que lo mantiene presente hasta hoy. De tocar muy rudimentariamente, Johnson pasó a volar por el espacio con un estilo que incorporaba frases de piano, sugería el pulso del contrabajo y sonaba como si tuviera más de dos manos.
Se sabe que se casó en 1929, cuando tenía 18 años, con Virginia Travis, una joven que murió al año siguiente mientras paría y él se había ido de viaje para tocar y ganarse unos pesos. La desgracia de no haber estado presente en esa situación clave lo atormentó toda su existencia.
Ni siquiera está del todo clara la causa de la muerte de Robert Johnson, que ocurrió el 16 de agosto de 1938. Se supone que este hombre huidizo y sin amigos, según advierten testimonios de quienes dicen haberlo conocido, murió envenenado por un marido celoso que descubrió un amorío con su mujer y le pasó una botella con whisky y estricnina una noche de borrachera en un bar recargado de humo y alcohol. Hay tres lápidas dedicadas a Johnson sobre tres supuestas tumbas. Muchos dicen que ninguna es auténtica.
El legado musical de Johnson es vital para el arte contemporáneo y fue uno de los más insignes autores de la poesía popular estadounidense. Sus letras abordan lo efímero de las relaciones humanas, el vagabundeo incesante y los terrores irracionales. ¿Escuchaste su música?