Ese Domingo invernal no estaba tan frío. Todas las familias salieron a pasear. Horas más tarde una densa niebla invadió el pueblo. Todos corrieron a sus casas porque creían que algo malo pasaría. Unos ancianos entraron en la capilla del pueblo, buscando conversar con el sacerdote. Los recibió y estaba preocupado al ver en el estado que estaba ese grupo.
-¿Qué pasa hermanos?
Doña María, la de mayor edad, le respondió:
-Tuve una revelación de la virgen, padrecito…Se viene el Apocalipsis…
El Padre Nicolás hizo un gesto adusto y trató de calmarlos.
-Pero no, hermanita…No va a pasar nada…Esta es la casa de Dios y ahora vamos a rezar todos juntos para rechazar cualquier ataque del diablo.
Los ancianos se calmaron y se quedaron en la iglesia. Un ruido muy fuerte se sintió en el pueblo. El sacerdote dejó de rezar y miró al techo de la iglesia, no entendiendo lo que estaba pasando. Algunos entraron corriendo a la iglesia, contando que el cielo se había abierto y caía agua y fuego.
Todos acudieron hacia la plaza del pueblo para reunirse y conversar con el alcalde. Estaban aterrados. El alcalde trató de calmarlos.
-Quédense tranquilos. Vamos juntos a la iglesia para rezar y preguntarle al cura si él tiene alguna explicación sobre esto.
Al llegar a la capilla el padre Guillermo estaba llorando en la puerta.
-¿Qué pasó padre?-preguntó el alcalde.
–¡Resucitaron todos los muertos del cementerio!