El capitalismo es otro virus mortal que sobrevivió a través de los años. Es la reafirmación de la dominación del capital, recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática.
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Este aislamiento social, preventivo y obligatorio es un puente hacia el post-capitalismo con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciación de la economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más Estado y mucho menos mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo al que han sido sometidas
Los distintos gobiernos del mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Esto pone de relieve la contradicción basal del capitalismo. Porque si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía.
El virus salta de las personas a la economía
El virus salta de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud. La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para solventar sus más elementales necesidades.
La pandemia de coronavirus es una de las más importantes en la historia moderna, comparable en severidad y letalidad a la pandemia de influenza del 1918-19 (erróneamente llamada gripe española), pero una diferencia importante es que la pandemia de influenza discriminaba menos a sus muertos, matando frecuentemente a jóvenes.
Este “enemigo invisible” nos amenaza de muerte y nos expone como un mundo en crisis donde la desigualdad social crece día a día. Frente a nuevos dilemas políticos y éticos, nos permite repensar la crisis social, económica y geopolítica desde un nuevo ángulo.
Es el momento histórico donde la clase política mundial debe demostrar su capacidad y asumir una crisis que nos llevará al colapso.