Leí por allí, que solo después de varios fracasos, es posible entablar relaciones maduras y sostenibles en el tiempo. Esto me da una idea: el amor es un experimento de prueba y ensayo.
Recientemente entendí que tenemos que amar desde la abundancia y no desde la carencia. Si amo desde la carencia necesito completarme en el otro, como si buscara una parte que me falta. Es como empezar con «déficit», me falta algo. En cambio, si busco complementarme en el otro, existe una idea de suma, de unión y crecimiento.
Esto supone un entendimiento tal que permite definir a la pareja un camino común. Son planes a largo plazo. Nada que pueda satisfacer los planes cortoplacistas de la sociedad de consumo. El hombre en su burbuja cree tenerlo todo al conseguir seguridad y tranquilidad. Rehúye a todo lo que considera un atentado hacía esa tranquilidad. Busca placer, pero no compromiso. Busca una pareja ideal, de la cual solo él conoce su avatar.
Aristipo de Cirene lo definía de esta manera: «No puedo querer a ninguna mujer porque al vino que bebo tampoco lo quiero y, en cambio, lo disfruto». Y también con lo siguiente: «El arte de la vida consiste en tomar los placeres que pasan y, los más agudos placeres no son tan intelectuales, ni siempre son morales».
La humanidad parece ensayar sin descanso conductas hedonistas que huyen del dolor y buscan el placer. Pero cabe una advertencia, en lo que a relación de pareja se refiere, la búsqueda del placer se define en el placer mutuo. En la satisfacción de ambas partes. Si una de las partes busca solo su placer en detrimento de la otra parte; esto no puede definirse como hedonismo, sino como egoísmo.
Creo que esté comportamiento no es más que una muestra de rebeldía hacia el amor romántico.
El amor romántico es una suerte de alucinógeno difícil de abandonar para muchas mujeres. Y lo consumen en películas y novelas. El amor romántico presenta a la mujer como un ser débil a la que el amor de su príncipe la salvará. El romanticismo de nuestra cultura es patriarcal, basado en la propiedad privada, en la mitificación de la pareja feliz, en la monogamia obligatoria, en la sumisión de las mujeres a los hombres y en el sadomasoquismo romántico.
La etimología de la palabra romántico es la siguiente; proviene del francés romantique y de la palabra inglesa romantic. Califica lo característico del romance. Siguiendo con el análisis, la etimología de la palabra romance nos indica que proviene de la palabra Roma.
¡La respuesta está en Roma! Del amor se trata, y voy a seguir indagando en la Edad Antigua, más precisamente en la mitología romana.
Venus era la diosa del amor, la belleza y la fertilidad. Esposa de Vulcano, el herrero de los dioses. Julio César la adoptó como su protectora, y Virgilio la señaló como el ancestro femenino del pueblo romano a través de su legendario fundador Eneas y su hijo Ascanio.
Muchos dioses querían ser honrados con el amor de Venus. Júpiter también tenía está pretensión. Venus lo rechazó, despertando en él resentimiento. Júpiter le impuso a Venus un castigo, el de ser desposada por Vulcano. Venus no podía albergar por Vulcano nada más que desprecio. Así, cometió numerosas infidelidades en nombre del desamor por Vulcano.
Venus se enamoró de Marte, dios de la guerra, y se convirtió en su amante. Pero Apolo se enteró de esta situación. Apolo, dios del sol, era el que protegía y amenazaba desde los cielos. Apolo puso a Vulcano en conocimiento acerca de la infidelidad de su esposa. En un encuentro entre Venus y Marte, los amantes fueron atrapados por una red que Vulcano había preparado para exponer la infidelidad de su esposa. Por este motivo, invito a otros dioses para que contemplen a los amantes desnudos.
No obstante esto, Venus tuvo descendencia con Marte: Cupido (dios del amor) y Anteros (dios de la pasión), de quienes hablaremos luego.
Venus tenía gran temor que su hijo Cupido sea atacado; por eso lo doto de dones, que, a su juicio, le servirían en su defensa. Le proporcionó alas para volar, un arco y flechas. Se dice que las flechas con punta de Oro eran par el amor y las flechas con punta de plomo eran para el desamor o la indiferencia. Para Cupido, el tema de las flechas, representaba un divertimento y su manipulación se convirtió en el motivo de sus pícaras travesuras.
Venus advirtió que Cupido, dios del amor, no crecía, que se mantenía en su aspecto y comportamiento de niño. Con mayúscula preocupación visitó Venus al Oráculo de Temis que le contestó: «El amor no puede crecer sin pasión». Venus no comprendió, entonces, las palabras del Oráculo.
Tiempo más tarde, con la llegada de su hijo Antares, dios de la pasión, se cumplió la sentencia de aquel Oráculo. Cuando Cupido y Antares pasaban tiempo juntos, Cupido tomaba la apariencia y comportamiento de un hermoso muchacho, mas cuando se separaban, Cupido volvía a ser niño. «El amor no puede crecer sin pasión».
En cierta ocasión, Venus, se sintió molesta por la belleza de una joven. Con su vanidad herida, le pidió ayuda a su cómplice e hijo Cupido. La misión de Cupido sería que la bella Psique se enamorara del hombre más feo. Al disponerse Cupido a cumplir con su propósito, se sintió cautivado por la bella Psique (alma). Sucumbieron al amor que sentían. Pero en un momento Psique creyó que Cupido cumpliría con su objetivo original. Convencida de esto, la bella Psique quiso matar a Cupido quemando sus alas. Cual llamado del destino, despertó Cupido torciendo así su fatal final. Muy apenado y triste, Cupido volvió con su madre. «El amor no existe en la desconfianza».
«Sin confianza (de Psique) no hay amor (Cupido)».
La bella Psique, al reflexionar acerca de su reprochable actitud, fue a buscar a su amado. Cruzó el bosque y, frente a Venus, expuso la verdad de sus sentimientos. Después de cumplir con las pruebas que Venus le impusiera, Psique y Cupido pudieron estar juntos. Psique (alma) y Cupido (amor) tuvieron una hija a quien llamarían Voluptas que significa placer. «Cuando alma y amor se conjugan, el resultado es el placer».
Definitivamente, ¡¡¡¡la respuesta estaba en Roma!!!!