Durante mi época como estudiante de ESL, realicé lecturas de uno que otro libro excéntrico que mi profesora de Reading and Writting nos asignaba de una forma apasionada. Uno de aquellos ejemplares fue Bel Canto, de Ann Patchett, una novela americana que trataba de terroristas, políticos y gente importante en medio de una situación crítica con chispas de alegría, armonía y romance.
De este thriller debía aglomerar las frases que resultaran de mi agrado, y en medio de esta faena, hubo una que llamó mi atención: «Lo que este sencillo párrafo expresa, tiene que ver mucho con una ideología que siempre he tenido acerca de dar un obsequio».
He observado en muchísimas oportunidades que, en esos días especiales en los que se acostumbra entregar un pequeño o gran obsequio a otra persona, las compras resultan ser bien similares, como si todos fuésemos increíblemente parecidos, cuando en realidad somos increíblemente diferentes.
Muchas veces, las personas que regalan, se preocupan por conseguir obsequios costosos, llamativos o extravagantes, pues esa es su idea de quedar bien y entregar algo sumamente especial. Aparte de esto, rosas rojas, chocolates, camisetas, tarjetas y osos de peluche es lo que comúnmente vemos como regalos cada vez que una pareja celebra un mes nuevo o un aniversario. A partir de allí, siempre me he preguntado ¿por qué no ser un poco más creativo, un poco más diferente? Al menos podemos regalar rosas de un color distinto, ¿no? O una flor diferente, pues contamos con un montón de especies. Además, obsequiar algo no tiene por qué ser tan elaborado.
El escritor Dale Carnegie explica que existe un anhelo muy profundo como el deseo de alimentarnos y dormir, y ese deseo es el de «sentirnos importantes», «sentirnos especiales». Muchas veces, las sorpresas no son tan sorpresa porque se tratan de algo que casi todos recibimos siempre. Entonces se pierde eso de sentirnos «especiales».
Por supuesto, somos agradecidos por habernos tomado en cuenta, solo que no hay nada que nos haga sentir mejor que recibir un obsequio personalizado, algo que, por muy sencillo que resulte, nos ponga sonrientes porque de verdad nos gusta o de verdad necesitamos. Y aunque no lo creas, muchas veces ¡ese obsequio puede ser gratis!
La simplicidad es un rasgo que realmente satisface y produce alegría y emoción en las personas. La simplicidad de cautivarlas con lo que ellos de verdad quieren, les gusta, los hace felices. Estoy muy segura de que si a una chica le emociona la saga bestseller de Millenium, apreciaría mucho más recibir un e-mail de su novio con los PDF de cada e-book que un común ramos de flores. ¿Por qué? Porque se trata de algo que a ella le hace feliz, que la entretiene, que la hace disfrutar. Es algo que realmente le gusta y quiere.
Cuando tenemos la intención de obsequiar a alguien, nuestro enfoque es hacer feliz a esa persona. Así debe ser con nuestra familia, pareja y amigos. La idea es hacerlos felices. No hay por qué rompernos la cabeza pensando en regalos raros y muy costosos. Regalar puede ser más sencillo de lo que imaginas.
Es aquí cuando una vez más podemos darnos cuenta de que el dinero y los objetos de lujo, costosos y pomposos, no son los protagonistas cuando queremos sorprender, conquistar y conceder un momento especial a nuestros allegados. La simplicidad está en todas partes y no cuesta un montón de dinero.
Ser simple y creativo, muchas veces, es la combinación ideal.