La escena se repite una y otra vez. Estamos frente a nuestro amigo, pareja, conocido y a su celular entra un nuevo mensaje a través de cualquier red social, acto seguido la conversación se detiene y nunca más volverá a su calor original.
La escena termina como siempre: el aparato para unir a personas a larga distancia, ha distanciado a dos que segundos antes se regalaban compañía cara a cara.
La desatención, no obstante, provoca una reacción en contra.
En 2013, un australiano de 23 años, creó una página llamada stopphubbing.com que utiliza como un alfiler para pinchar esa burbuja donde la gente se aísla del resto por bajar los ojos sobre una pantalla.
La palabra phubbing resulta de la abreviatura de phone (teléfono) y snubbing (desaire) y en el sitio ese vocablo se define como: “el acto de desairar a alguien en un entorno social por mirar al teléfono en vez de poner atención”.
Con más de 27.000 seguidores en Facebook, el sitio está atrayendo la atención de la prensa por su afán de resaltar el problema de las caras iluminadas en lugares públicos, los dedos enviando texto en cenas supuestamente íntimas y reuniones que podrían haber sido por chat dado el tiempo invertido en pantalla.
“Imagine a las parejas del futuro sentadas en silencio. Las relaciones basadas en actualizaciones de estatus. La habilidad de comunicarse o hablar cara a cara, completamente erradicada. Algo tiene que hacerse y tiene que hacer ya” , propone la página.
Miles están acudiendo al llamado contra esta paradoja de la tecnología moderna cuyo repudio compite con el acto de meterse un dedo en la nariz en la cena.
Un sondeo en el sitio de la campaña dice que 36.000 votos rechazan ese acto.
La página pide ayuda para acabar con la “epidemia” mediante el envío de fotos de celebridades que cometan phubbing y solicitan fotos de amigos en tal actitud para exhibirlos. Además, ofrecen fondos de pantalla para descargar y hasta un formulario para enviarles a sus seres queridos, haciéndoles notar su obsesión telefónica. El mensaje, seguramente, lo verán en el teléfono.
“Esto es como si años atrás se reunieran unos amigos a conversar y uno decide ponerse a leer un periódico. Es una clara grosería”, explicó ayer Miguel Casafont, profesor universitario, artista, chef y experto en etiqueta y protocolo.
Esto, agrega, creó un menosprecio hacia las reglas de urbanidad, lo cual se refleja en el comportamiento y el lazo que las personas tejen con sus aparatos.
“Hoy la regla debería ser que en la mesa no se ponen los codos, ni el celular ni el iPad”, enfatizó.
Su receta contra esta desatención hacia los demás está en la mente: ante una llamada, la persona debe imaginarse que está en la fila de un banco; ese sitio donde está prohibido usar el teléfono.