Según datos relevados por el Observatorio Argentinos para la educación, el pasado mes de Abril; el 19,5% (2020) de los estudiantes que finalizan la primaria y el 15,9% de los estudiantes que finalizan la secundaria no tienen acceso a Internet en su hogar. Esto manifiesta dificultades en la enseñanza y aprendizaje inherente a los sujetos involucrados y que no hace otra cosa que evidenciar una nueva forma de exclusión: la falta de conectividad.
Como docente considero la presunción que no todos los estudiantes tienen, en tiempo y forma, los requisitos técnicos que la escolaridad virtual requiere.
Cuestiones arraigadas en el saber popular cobran otro sentido y se recrean ante esta nueva situación virtual. Y en este contexto, el tan acuñado concepto de la escuela pública se relativiza cuando las familias tienen que auto proveerse (de manera privada) elementos tales como la conexión wifi o ampliar la cuota de datos móviles en los teléfonos celulares. El aula virtual de la escuela pública se desarrolla en entornos privados.
El desafío es cómo se garantizan las condiciones de igualdad educativa sin caer en prácticas demagógicas. Y sin dudas y en primera instancia, el desafío será encarnado por los docentes y directivos promoviendo prácticas inclusivas como el uso plural de todos los medios disponibles (Whatsapp, Classroom, Zoom, Meet, entrega de material impreso). En las escuelas es más fácil hacer visible a cada sujeto de derecho y sacarlo del número anónimo de la estadística; y actuar en consecuencia con empatía hacia las familias y la profunda convicción que nuestra labor es el diferencial para llegar a tener una sociedad más justa e igualitaria.
Sobre la segunda mitad de este particular 2020, el objetivo es seguir profundizando estás nuevas prácticas educativas.