Dicen que Heráclito de Éfeso afirmaba que todo cambia y nada permanece. En efecto, de él es la famosa frase «Nadie se baña dos veces en el mismo río», frase que explica no solo que el agua del río fluye, sino que las personas también se trasforman de un momento a otro. Heráclito era un filósofo presocrático, o sea, que vivió muchos años antes de Sócrates, lo que demuestra que la idea del cambio constante es antiquísima. Sin embargo, aunque no lo creas, hay gente que se le opone, ¡incluso en pleno siglo XXI!
¿Por qué la gente se resiste al cambio?
Te puedo asegurar que me hecho esta pregunta miles de veces y, después de mucho reflexionar, llegué a la conclusión de que las principales causas son tres:
- Miedo a lo desconocido. Creo que esta es la razón fundamental. Desde el inicio de los tiempos, las personas han tenido miedo de enfrentarse a lo desconocido, a todo aquello que les provoca incertidumbre. Solo avanzarán enérgicamente hacia ese terreno inexplorado si creen en verdad que los riesgos de quedarse estancados donde están son mayores que los de avanzar en una nueva dirección.
- Falta de competencias. Esto es algo que, por obvias razones, la gente rara vez admite. Pero lo cierto es que, en algunas ocasiones, para cambiar necesitas poner en práctica ciertas habilidades, ciertas destrezas, y algunas personas pueden creer que carecen de ellas y, por lo tanto, que no serán capaces de hacer la transición correctamente.
- Una mentalidad conservadora. Si les pides a personas de mentalidad conservadora que hagan un cambio en su vida, no lograrás absolutamente nada, por más lógica y conveniente que sea nuestra recomendación. Es que este tipo de personas configuró su forma de entender el mundo (y, lo más importante, sus emociones) según una antigua manera de proceder y eso no es poca cosa.
Como verás, las tres causas están interrelacionadas y, en sí mismas, forman un todo homogéneo. Pero estoy convencido de que toda persona, en algún momento de su vida, sentirá que necesita hacer un cambio. ¿Te ha pasado?
Cuando cambiar es necesario
Hay una frase de Steve Jobs que me parece muy oportuna y que dice más o menos así: «Cada día me miro en el espejo y me pregunto: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?”. Si la respuesta es “No” durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo». Interesante, ¿no?
Claro, hay veces en que cambiar es necesario, pero incluso ante esas situaciones, muchos prefieren quedarse donde están. Es que, por norma general, nos gusta hacer las cosas de cierta forma, o vivir bajo ciertos patrones de conducta, ya sabes, eso que se conoce como nuestra zona de confort, en otras palabras, no queremos esforzarnos por subir de nivel si nos sentimos cómodos donde estamos. Desgraciadamente, la zona de confort que se promueve desde cierto lugar, digamos, «de poder e influencia» es el de trabajar demasiadas horas, adquirir demasiados bienes materiales, envejecer y luego morir. ¿Y dónde quedan los sueños? Sí, tú y yo sabemos que hay algo más aparte de nacer, crecer, comer, beber, trabajar y morir, y si te mantienes en esta zona de confort, te costará mucho descubrir tu verdadero propósito en la vida.
Esto los freelancers lo entendemos muy bien. Primero, porque de por sí tuvimos que abandonar nuestra zona de confort para lanzarnos al supuestamente incierto camino del trabajo freelance, y segundo, porque muchas veces nos vemos obligados a replantearnos la estrategia integral que hemos estado aplicando y enfocarla en otra dirección. En ese sentido, estamos acostumbrados a cambiar, a reinventarnos o, como siempre digo, a presionar nuestro botón de Reset para empezar de nuevo.
En definitiva, cambiar no tiene que ser en sí mismo algo negativo, y aun si lo fuera, recuerda que toda experiencia negativa puede darnos una lección positiva, la clave está en la actitud que tengamos cuando no alcanzamos de inmediato nuestras metas o cuando el cambio que tenemos por delante nos asusta.
Abraza el cambio
Muchos cambios los llevamos adelante por propia voluntad, pero la mayoría llega sin ser invitados, por lo tanto, abrazar el cambio significa recibirlo con los brazos abiertos, verlo como un amigo que te ha venido a visitar para ayudarte a sacar lo mejor de ti, nunca como un enemigo.
Te pongo un ejemplo, si quieres, exagerado. Viktor Frankl, autor del libro El hombre en busca del sentido, fue un sobreviviente del holocausto nazi. Él no permitió que el horror del campo de concentración lo venciera, por el contario, siempre mantuvo viva la esperanza, y esa esperanza, a su vez, lo mantuvo vivo a él. Después de que cayó ese cruel e infame régimen, Frankl continuó viviendo, y se recibió de neurólogo y de psiquiatra, dio conferencias, publicó libros, fundó la logoterapia y se convirtió en un referente para todos los que estamos interesados en el concepto de resiliencia, pero el nazismo, como tal, sucumbió. Este famoso pensador acuñó una frase (sí, seguimos con las frases, qué le vamos a hacer) que me parece que resume todo lo que hasta aquí te vengo diciendo: «Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos».
Permite que el cambio te ayude de manera positiva, extrae de él las lecciones que creas convenientes y avanza hacia otro nivel. Existe por ahí una versión optimizada de ti mismo, y el cambio puede ayudarte a encontrarla. Tú solo abrázalo y déjate llevar.