Mira lo que otros no ven. Luego muéstralo. Eso es creatividad.
Brian Vaszily
«¡Eureka!», con esta expresión debería comenzar mi artículo. Las buenas ideas deben ser expresadas con emoción, entusiasmo, alegría, conceptos que en algún punto son sinónimos. «¡Eureka!» es una palabra que al parecer no tiene ningún significado, excepto el que nos remite a la experiencia de Arquímedes. Este filósofo, tras descubrir que el volumen de cualquier cuerpo puede ser calculado midiendo el del agua desplazada cuando el cuerpo se sumerge en esta (conocido como el Principio de Arquímedes), salió corriendo desnudo por las calles de Siracusa, Italia, gritando: ¡Eureka!, ¡Eureka!, ¡Eureka! Desde entonces, la desnudez ha tenido un significado diferente ante los ojos de quienes observan a un genio en potencia celebrar sus descubrimientos. Espero que, como Arquímedes, todos podamos en algún momento de nuestras vidas desinhibirnos al encontrar aquella idea que nos despierte los sentidos y llene de felicidad, para poner manos a la obra, y materializarla.
Desde muy joven me ha llamado la atención la capacidad creativa de los hombres. Si lo piensas es algo maravilloso. De hecho, si observas detalladamente las obras que te rodean, verás que todas ellas son producto de una pequeña idea encendida en algún momento de la vida de esos «Arquímedes contemporáneos».
Una idea me hace pensar en la «inspiración» o «musa», como algunos solemos llamarla. Este último término, más romántico que el anterior, es solo una elegante palabra relacionada con la creatividad, aquella que, para muchos, es solo algo subjetivo y casi indescriptible. Pero antes de adentrarnos en esta cuestión, conozcamos un poco más sobre la inspiración, motor necesario para que florezca cualquier concepto o idea.
Para los griegos, la inspiración provocaba que el artista alcanzara un estado de éxtasis, un frenesí divino o una locura poética (esto explicaría lo ocurrido a nuestro amigo Arquímedes). Mientras investigaba para escribir estas líneas, trataba de entender la diferencia entre el concepto de «inspiración» y el de «musa» y me he topado con una historia muy particular que me hizo volar la imaginación. Se trata de la historia de las musas, las hijas de los dioses. Se creía que estos seres eran las inspiradoras de las creaciones musicales y poéticas de los humanos. Se decía que su gran poder consistía en traer a la mente del poeta mortal los sucesos que relatarían, otorgarle el don del canto y darle elegancia a lo que aquel recitaba. No hay razón para dudar de que los poetas antiguos fueran sinceros en su invocación a las musas ni de que realmente se creían inspirados por ellas, pero en épocas posteriores, al igual que en la actualidad, tal invocación se volvió un mito casi imposible de develar, aunque me gusta creer que no para todos.
Después de repasar el origen mitológico y científico de algunos términos necesarios para comprender nuestro proceso de creación, debemos referirnos al responsable del «color» en nuestras ideas. Freud veía a los creativos como seres especiales y con heridas profundas. Esto me hace sentir bien, ya que muchos de los que hemos sido considerados «creativos» logramos evidenciar con «claridad» las miradas interrogantes de quienes no comprenden nuestra visión de mundo: pensamos que la vida tiene un «más allá» y que se puede expresar a través de vías casi infinitas. En cuanto a mí, siempre me he visto como un bohemio adolorido por la necesidad de un «algo» sin nombre que debe describir un «no sé qué», algo que hoy día me suena hasta ridículo, pero que, como he mencionado más arriba, Freud me ha ayudado a aceptar con su teoría. Considerarse creativo pareciera ser un acto de egocentrismo. Sin embargo, una vez que te han hecho creer que lo eres, es difícil rehuir de esa «calificación».
Nuestra mente está demostrando ser hoy muy perezosa. Si hubo una gran cantidad de filósofos, científicos, genios, que en épocas tan «incomunicadas» lograron concentrar toda su energía en el desarrollo de ideas conceptualizadas bajo la inspiración de sus musas, ¿cómo es que, a nosotros, que vivimos en una «sociedad globalizada», nos resulta tan difícil parir ideas de peso y relevancia?
La creatividad es la capacidad que tiene nuestro cerebro para resolver problemas de manera original. Cuando nos referimos a una «idea creativa» estamos hablando de un concepto original, útil y que satisface tanto a su creador como a otros durante algún período. Seguramente has escuchado alguna vez que las ideas creativas son «ocurrencias sin sentido»; pues es cierto, a pesar de que a muchos no nos guste ese señalamiento, existen propuestas que se hacen llamar «creativas» y no son más que «ocurrencias». Es que la definición básica de creatividad involucra una personalidad, un sentido y un uso específico de esa idea. La creatividad debe ser satisfactoria en términos emocionales y financieros; es en ese momento cuando podemos afirmar que un creativo es quien sabe dar en el clavo con el marketing correcto.
Todos nacemos con capacidades creativas, que, si no son estimuladas, quedarán almacenadas en nuestro sistema nervioso, esperando el momento justo donde la inspiración sea tomada por las musas, y estas nos ayuden a encontrar un concepto para la idea que «ha llegado». Así, como ocurre con todas las capacidades humanas, el estímulo para la creatividad puede ser desarrollado y mejorado.
Recuerdo que, tiempo atrás, cuando nació la idea de escribir mi libro, la editora logró convencerme que le cambiara el nombre: Micrófono abierto. Producción radial creativa, alegando que la creatividad es subjetiva «Lo que es creativo para ti, no es creativo para mí», dijo. Así, si deseaba usar la palabra creatividad, tenía que justificarla. Fue entonces que escribí varios capítulos con ejercicios de inspiración para, de esta manera, motivarlos.
Cuando se enciende la bombilla de una «buena idea» debemos asumirla con humildad, así evitamos someter a la audiencia a digerirla obligatoriamente por nuestra necesidad de demostrar que hemos dado con nuestra máxima capacidad de creación. Debemos entender que «ya se inventó el agua tibia» y que solo aportamos complementos a lo que ya existe, complementos que adaptamos a las nuevas generaciones.
«¡Tengo una idea buenísima!», decimos. El asunto es que, si deseas conocer todo sobre ella, debe ser durante su ejecución (idea-ejecución), ya que una idea que se desliga del proceso de refinamiento que conlleva la ejecución es algo absolutamente sin valor. Cuando nos encontramos en el proceso creativo, o en el éxtasis de ese momento de inspiración, no debemos obsesionarnos buscando ideas más geniales que la original. Esa idea, buena o mala, va a cambiar mucho durante el proceso de producción, y malo sería si no lo hiciera.
Entonces, tenemos una «gran idea», la cual probablemente no sea más que un impulso o necesidad que posee nuestro inconsciente. Sin embargo, con ese arranque es suficiente para comenzar a «moldear» la electricidad. A partir de ese momento, se acercará un cargamento de trabajo que debemos estar preparados para asumir y lograr materializar, y si sientes la necesidad de seguir el ejemplo del gran Arquímedes, asegúrate de que no haya ningún policía cerca.
¿Ya sabes cuál es tu gran idea?
*Texto incluido en El tiempo y el lugar de las cosas