Admitámoslo, vivimos en la era de la «hiperconectividad», una era que, para bien o para mal, se intensificó con la llegada de la pandemia. Pero, si lo pensamos bien, dejar a un lado por un tiempo el mundo digital en el cual estamos inmersos no nos vendría nada mal.
El estrés de estar constantemente conectados
Diversas encuestas, como la realizada por la consultora ReVenture, revelan que permanecer conectados constantemente genera cierto nivel de estrés, al menos, en personas jóvenes. Sin embargo, nada indica que en adultos las reacciones sean diferentes (a veces, hasta más).
Algunos especialistas llaman a esto tech stress (Estres tecnológico), y aunque no es una expresión del todo aceptada por el ámbito científico, sirve para esquematizar los síntomas vividos por las personas que están siempre pendientes de sus smartphones (nomofobia1).
¡Tech stress ataca a todos!
El tech stress tiene varios puntos que debemos tomar en cuenta.
- El primero es la distracción que genera. Al no poder centrar nuestra atención, las tareas más pequeñas supondrán un esfuerzo enorme y con poco resultado, lo que producirá una mayor pérdida de tiempo y, finalmente, un aumento del estrés.
Asimismo, mantenernos constantemente conectados supone estar siempre bajo la mirada y la atención de otras personas, ya sea de amigos y conocidos, ya sea de «seguidores». Lo que nos quita el elemento de intimidad y reflexión que todos requerimos, más allá de que los seres humanos, por sobre todas las cosas, somos una especie que necesita relacionarse.
Por otro lado, en las redes sociales, existe una tendencia a mostrar lo maravillosa que es nuestra vida. Esto genera, por lo pronto, dos problemas:
- El primero tiene que ver con la expectativa que podemos llegar a generar al crear una imagen ficticia de nosotros mismos.
- El segundo tiene que ver con la inevitable comparación con los demás, y cuando esta comparación se desborda, suele convertirse pronto en una delirante competencia.
Desde luego, está también la cuestión de la conexión profesional/laboral. Si bien la mayoría de nosotros sabemos desconectarnos de nuestro ámbito de trabajo en el momento que corresponde, lo cierto es que la accesibilidad de las redes hace muy difícil que dicha desconexión se lleve a cabo con éxito. En otras palabras, mantenernos siempre conectados puede significar estar siempre disponibles para nuestros jefes, clientes o colegas, y eso no es del todo aconsejable (lo sé por experiencia).
¿Somos adictos a las redes?
Pese a los sucesivos intentos por incluir a las redes sociales dentro de la larga nómina de adicciones, clínicamente todavía no se ha llegado a ninguna conclusión. Sin embargo, es evidente que las redes sociales ejercen sobre nosotros un efecto casi adictivo.
La explicación más común está dada por la necesidad de contacto social, que, a partir de la creación de Internet, parecería ir desplazándose hacia un tipo de «conexión algorítmica». No obstante, también existe el factor «recompensa», que excede la cuestión social y apunta a la satisfacción que sentimos al usar nuestros propios dispositivos, que «casualmente» están diseñados para resultarnos atractivos e indispensables.
En cualquier caso, si bien es cierto que no podemos llamar adicción al uso de redes, sí podemos admitir que algo anda mal cuando la desconexión digital supone un problema para la persona.
Según un informe realizado en 2020 por CABASE (Cámara Argentina de Internet), a un 76,4 % de los argentinos le resultaría difícil o muy difícil vivir sin Internet; cerca del 80 % se conecta a diario a sus perfiles de redes sociales; un 82 % accede varias veces al día a servicios de mensajería instantánea a través de sus smartphones, y el teléfono móvil es la principal vía de acceso a Internet para un 94,6 %. Estas cifras, sin duda, son elocuentes y todos somos parte de ellas.
Desconectemonos: “por un rato“
Ante esta perspectiva, aprender a desconectarnos del mundo digital se impone como una necesidad sobre la cual debemos meditar más que nunca. Entre otras cosas, por los beneficios que puede llegar a aportarnos.
- La desconexión digital trae una significativa mejora en el descanso.
Sabemos que los dispositivos son muy nocivos a la hora de acostarnos, pues pueden interrumpir el inicio del sueño. La desconexión, por lo tanto, nos ayudará en todo lo que a este aspecto se refiere.
- Permitirá mantenernos distanciados de nuestro ecosistema profesional/laboral.
Por muy responsables que seamos, es importantísimo separar nuestra vida profesional/laboral de la personal.
- Nos ayudará a regular nuestros niveles de atención.
Es preciso no estar constantemente pegados a los comentarios y notificaciones, y permitir que nuestro foco de atención varíe de objetivos, sin sentir la obligación de contestar a un nuevo comentario o regodearse por un like.
Estar desconectados: El nuevo lujo con el que muchos comenzamos a soñar
En un mundo cada vez más hiperconectado, la necesidad de desconectarnos del entorno digital se vuelve imperante. Aunque la desconexión puede parecer un concepto contradictorio en una sociedad que depende tanto de la tecnología, diversos estudios respaldan la importancia de tomarse un tiempo para alejarse de las redes sociales y los dispositivos electrónicos es así como a alguien en algún lugar (obviamente fue en Estado unidos) se le ocurrió la maravillosa idea de monetizar esta necesidad y convertirla en un negocio lucrativo, pero no menos interesante, llamado: retiros para permanecer off-line.
Retiros para desconectarse: un oasis en medio del caos digital
Cada vez más personas optan por retiros diseñados específicamente para desconectarse. Estos retiros ofrecen un espacio libre de distracciones digitales, donde los participantes pueden sumergirse en un ambiente tranquilo y contemplativo. Según investigaciones recientes, estos retiros se han vuelto especialmente populares entre jóvenes profesionales y emprendedores digitales que buscan aliviar el estrés y encontrar una mayor claridad mental.
Una vez ahí, suelen encontrarse con un lugar donde la naturaleza juega un papel muy importante, lejos de las áreas urbanas y la influencia constante de la tecnología. Lugares como retiros en bosques, montañas o playas remotas se convierten en refugios para aquellos que anhelan desconectarse y reconectarse consigo mismos y con la naturaleza.
Los que se animan a participar informan una serie de beneficios después de su período de desconexión. Algunos mencionan una sensación renovada de calma y paz interior, así como una mejora en su capacidad para concentrarse y relacionarse con los demás. Otros experimentan una mayor creatividad y una sensación de liberación de la presión constante de estar conectados.
Si bien los resultados pueden variar de persona a persona, la mayoría menciona una mayor conciencia de su dependencia de la tecnología y un deseo de establecer límites más saludables en su uso diario.
Ahora, ¿Cuánto cuesta desconectarse?
Todo tiene un precio, y este servicio no va a ser la excepción, y aunque hay una gran variedad de opciones, estos precios se adaptan según la duración, la ubicación y las comodidades ofrecidas. En general, suelen tener precios que reflejan el valor añadido de la experiencia y la exclusividad de la desconexión. Los costos pueden oscilar desde cientos hasta miles de dólares.
Esta inversión (así nos gusta llamarle) ofrece una metodología plasmada en una agenda que, suelen incluir actividades como meditación, yoga, caminatas en la naturaleza, talleres de bienestar emocional y sesiones de reflexión. Estas actividades se diseñan con el propósito de fomentar la desconexión digital, promover la introspección y brindar herramientas para un uso más consciente de la tecnología.
Y aunque estas actividades dieron sus primeros pasos pensados en un nicho muy selecto de las grandes tecnológicas en Estados Unidos, nosotros en Latinoamérica también estamos interesados en ellos. Un estudio realizado por el Instituto de Investigación Psicológica de la Universidad Nacional de México encontró que los períodos de desconexión digital mejoran el bienestar emocional y la calidad de las relaciones interpersonales. Otro estudio de la Universidad de Buenos Aires reveló que la desconexión puede tener efectos positivos en la productividad y la salud mental de los trabajadores. Entonces, ¿por qué no tomar cartas en el asunto?
Technoequilibrio
En un mundo donde la tecnología y las redes sociales dominan nuestras vidas, la necesidad de desconectarse se vuelve esencial para preservar nuestra salud mental y emocional. La desconexión nos brinda la oportunidad de redescubrir la belleza de la vida offline, reconectarnos con nosotros mismos y encontrar un equilibrio entre el mundo digital y el mundo real.
No podemos negar los beneficios y las comodidades que la tecnología nos ofrece, pero es crucial recordar que somos seres humanos que necesitan momentos de tranquilidad, introspección y conexión genuina con los demás. A través de la desconexión, podemos liberarnos del estrés y la presión constantes, y recuperar la capacidad de estar plenamente presentes en nuestras vidas.
En última instancia, el verdadero lujo en esta era de hiperconectividad puede ser la capacidad de elegir cuándo y cómo nos conectamos, y encontrar un equilibrio saludable entre lo digital y lo humano. La desconexión nos invita a explorar y abrazar ese lujo, y a construir un futuro donde la tecnología sea una herramienta que nos ayude a vivir mejor, en lugar de dominarnos por completo.
- La nomofobia (fobia o miedo a quedarse sin el móvil por olvido, falta de cobertura, de batería, de crédito en la tarjeta o, simplemente, porque se estropeó) y el síndrome de FOMO (del inglés fear of missing out, ‘temor a dejar pasar’ o ‘temor a perderse algo’, por ejemplo, lo que ocurre en la red) son otros padecimientos relacionados con la hiperconectividad. ↩︎