En filosofía, un dilema es un razonamiento en que una premisa contiene una alternativa de dos términos y las otras premisas muestran que los dos casos de la alternativa conducen a la misma conclusión.
La filósofa Philippa Foot presentó el «Dilema del tranvía», en un artículo de 1967. Desde entonces se ha convertido en uno de los problemas éticos más debatidos y con más variantes. Imagina un tranvía desbocado y sin frenos que se dirige hacia cinco trabajadores que están en la vía. No puedes avisarles y tampoco puedes parar el tren, pero sí puedes accionar una palanca que lo desviará hacia otra vía. Allí hay otro trabajador, pero está solo. ¿Debes apretar la palanca?
La mayor parte de la gente a la que se le plantea esta pregunta contesta que sí se debe accionar la palanca. Estamos hablando de sacrificar una vida para salvar otras cinco.
¿Por qué reaccionamos de forma tan diferente?
Este dilema se ha planteado en muchas ocasiones. Por ejemplo, en el Test de Sentido Moral de la Universidad de Harvard, al que han contestado más de 200.000 personas. El 90 % de las personas que respondieron este test accionaría la palanca. La conclusión es que tendemos a censurar acciones dañinas que suponen la aplicación de fuerza de modo personal.
Esta sensibilidad puede reflejar las limitaciones de nuestra arquitectura cognitiva más que una verdad moral profunda. Del «es» no se deduce necesariamente el «debe ser», como ya explicó David Hume hace tres siglos. Hay que explicar esta diferencia y ver si nuestras intuiciones morales son o no acertadas.
La diferencia entre causar un mal y dejar que ocurra
Una posible explicación de la diferencia entre los dos escenarios la dio, hace ocho siglos, Tomás de Aquino, cuando decía que matar en defensa propia es moralmente aceptable. En este caso, el resultado es previsible, ya que sabemos que morirá otra persona, pero nuestra intención no es la de matar, sino salvar nuestra vida. Se trata de la llamada doctrina del doble efecto, y da importancia a la intención. Si la aplicamos al dilema del tranvía, vemos que solo queremos desviarlo. Si el hombre se aparta, tanto mejor.
Esta doctrina se aplica hoy en día. Por ejemplo, en determinadas circunstancias, un médico puede administrar medicación para reducir el dolor a una persona que está muriendo, a pesar de que esta medicación pueda acelerar su muerte.
Por eso, una cosa es lo que muchos haríamos y otra diferente es lo que deberíamos hacer. Este dilema es muy interesante para pensar nuestro presente. Debemos reflexionar profundamente antes de tomar una decisión muy importante.
Y tú ¿tienes algún dilema?