Su personalidad es todo brillo y arista: Firmeza y luz, como cristal de roca, breves palabras que sintetizan su definición perfecta.
José Ingenieros
Hoy puedo declarar que siempre me han considerado una «persona creativa». Mis maestros, en la primaria, llegaron a señalarme como alguien que sabía distinguir a uno de otros por sus características distintivas y poco ortodoxas. «Ese niño debe hacerlo porque es muy creativo», entonaban con voz enigmática.
En ese momento no pensaba en lo que ese «título» significaba y cuánto me beneficiaría en el futuro. Yo solo seguía, ilustrando, divirtiéndome, soñando con ser quien pudiera materializar experiencias placenteras para mí, arropándome bajo la teoría de Piaget, quien «celebra el egoísmo del niño como un tesoro único e inspirador». Yo era egoísta —y creo que lo sigo siendo— porque todo lo que hago profesionalmente (ideas, proyectos) es para complacerme a mí en primer lugar, a ese espíritu creativo que tanto me dijeron que tenía, y después… a los demás.
La clave es encontrar el punto de ebullición donde ese resultado, después de complacerme, logre un resultado de satisfacción igual o mayor para los otros.
Con el pasar de los años, mis demás tutores, compañeros de trabajo, jefes, familiares y desconocidos me seguían viendo como un sujeto creativo. Intencionalmente no hacía nada para que eso ocurriera, pero así era percibido. Entre la comunidad, yo era un «tipo creativo».
¿Cómo es ser o parecer un tipo creativo? «Son aquellos que se visten de un modo diferente y andan con la mirada perdida en el vacío», dijo un amigo de mis padres alguna vez. Sin embargo, esa persona ignoraba que se trata de mucho más.
Uno de mis primeros trabajos fue en una agencia de publicidad, como redactor creativo (ya no solo me consideraban un creativo, sino que en el cargo estaba incluida la palabra). Nuestros jefes habían dividido las áreas del edificio en zona de cuentas y zona de creativos. La primera estaba ocupada por ejecutivos, administradores, logística; la segunda, por diseñadores y redactores. Había una división más que evidente.
Una tarde, la directora general paseaba a un cliente por las instalaciones y, al entrar a la zona 2, le dijo: «Aquí es donde guardo a los del tipo creativo». Y el invitado respondió: «Lo puedo notar».
Miré a mis compañeros y lo que vi fue un puñado de personas con diferentes características (estilos de vida, indumentaria, estética, etc.) y ninguna era tan histriónica como para ser considerados sujetos «que se visten de un modo diferente y andan con la mirada perdida en el vacío».
No existe un tipo único de personalidad creativa, la manera en que utilicemos nuestros recursos como individuos profesionales determinará los fines creativos que persigamos y marcará el estilo y contenido de nuestras creaciones. El activo más importante de una personalidad creativa es la determinación para modificar lo que ya ha aprendido, combinar diferentes campos, experimentar continuamente, agregar, crear un mundo fluido en constante movimiento. Porque las características de una personalidad creativa no son solo elementos externos sino el proceso de lucha para potenciar al máximo la productividad propia y de nuestras creaciones para encontrar el equilibrio entre la satisfacción personal y la de la comunidad que la involucra.
*Texto incluido en El tiempo y el lugar de las cosas