Sociedades, Hombres y Mujeres
Por María Sol Salvo | Argentina
¡Ni una piba más!
Es sorprendente que a diario se sigan escuchando cosas como “Ella se lo buscó” “También, ¿viste como iba vestida?” “Ella lo provocó, y bueno él es hombre” “Viste como vienen las chicas hoy en día”. Creemos haber avanzado mucho en lo que respecta a reconocer la violencia de género como tal y aborrecerla, pero nos queda mucho también por aprender.
Hay situaciones que se encuentran tan arraigadas a nuestras costumbres que son difíciles de reconocer: la chica que usa minifalda o remeras escotadas está en todo su derecho de hacerlo sin que nadie tenga que propasarse con ella; si una chica simplemente no tiene ganas de intimar con un hombre no es una histérica, no está obligada a tener relaciones con alguien únicamente porque la invitaron a cenar, a pasear o le hicieron un “cumplido”; si una chica desea salir con una o más personas, no es fácil, está haciendo lo que muchos hombres hacen sin que nadie les diga nada, viviendo su sexualidad libremente; un novio que ama y respeta a su novia no tiene motivo alguno para decidir qué prendas si puede vestir ella y cuáles no; una mujer no tiene que esperar a su marido con la cena lista porque es su obligación y para los embarazos siempre se necesitan dos.
No estoy diciendo que el mundo debe volverse feminista, digo simplemente que aunque se supone que hemos logrado la igualdad entre los hombres y las mujeres, muchos guardan aún prejuicios prehistóricos al respecto que se encuentran muy naturalizados.
Día a día la violencia de género se cobra muchas víctimas, víctimas que pueden ser la mejor amiga, la compañera del colegio o la facultad, la hermana, la novia, la prima, la hija, la madre de cualquiera de nosotros. ¡Tomemos conciencia antes de que sea tarde! (Si es que aún no lo es). Hoy estoy dolida, enojada, y me siento impotente frente a cada nombre de una víctima nueva que aparece en las noticias.
Es hora de que una mujer pueda caminar por la calle con la libertad que merece, que se respeten sus derechos, que no tenga miedo de presentarse a una entrevista de trabajo sola, que no tenga terror de esperar el colectivo a la noche, que no tenga miedo de volver sola del boliche. El cambio empieza una vez que nosotros como sociedad aceptemos que este tipo de homicidio, el femicidio, existe y lo denunciemos, con la meta de erradicarlo.