Cuando pusimos la última fila de cartas, ambos sabíamos que estábamos apostando mucho más de lo que queríamos arriesgar. Pero aun así, lo hicimos: colocamos la última fila de naipes.
Ni el viento, ni un movimiento involuntario, ni siquiera un torpe comentario provocó el derrumbe. Fui yo. Y me hago cargo de ello, porque tuve el valor de escuchar claramente ese mensaje en mi corazón. Ese mismo que me repetía una y otra vez, “¿Vale la pena este amor?”.
Otra persona en mi lugar se hubiera guiado por los comentarios de los demás. Ese estúpido balance ajeno, que para todo tiene una opinión, un criterio. Pero que en mí, nunca logró influir.
Por eso, tiré esa pirámide con mucho gusto. Y admito que lo volvería a hacer en cada una de las vidas en las que nos toque coincidir. Puesto que, en todas jugaste a ser el villano. Y posiblemente, en la próxima vuelvas a insistir con esto. Y por ello, entre sonrisas te invito a intentarlo.
A veces nos enroscamos entre las sábanas con el enemigo. Algunas lo ignoramos, otras lo sabemos pero aun así lo hacemos. ¿A quién no le gusta jugar un poco con fuego?
Pero mi amor, no hay ni una pizca de hilo rojo entre nuestros dedos. Ni lo va a haber. ¿Querés saber por qué?, porque, así como hice caer toda esta pirámide, que armamos juntos; yo puedo construir cien más. Y encima, sin necesitar la ayuda de nadie.
¿Sabes cómo se llama eso?, eso se llama: empoderamiento. Y es muchísimo más mágico que cualquier acción oscura que pruebes emprender para volverme a someter.
Una vez intentaste retenerme en un portarretratos. Uno que escondí en la profundidad de mi placard, sabiendo que no hay prisión más fría que la de vivir retenido por tu mente. Vaya trozo de materia gris, que por un instante jugó a ser el monstruo más fuerte al que alguna vez me pude enfrentar.
Pero heme aquí, mi amor. Intacto. Radiante y conservando la libertad de sonreírle a la vida. A mi vida; a esa vida que quisiste, pero no tuviste.
Hoy hay luz en mi camino. Y gracias a ella puedo ver, claramente, todo lo que entretejiste antes de conocerme. Todos esos minuciosos pasos que diste para acercarte a mi y romper el amor que supe tener en el pasado.
Las máscaras sólo se usan durante la fiesta. Pese a su potencial belleza, siempre resguardan una oscuridad impoluta debajo de ellas. Quizás, no lo notaste.
Pero nunca le eche culpas al pasado. De hecho nunca culpé a nadie. Porque a pesar de tu astucia para construir este gran plan, creo que me guardé el derecho de dudar sí verdaderamente yo me estaba dejando burlar por mera comodidad o por vocación de servicio.
Aun así llegamos hasta acá. Y soy yo, quien tiene dos cartas en sus manos, una estructura sólida debajo de ellas, y la decisión de mostrarte que no hay ni siquiera un rezago de dolor en mi.
Porque podés perder tu tiempo, alejándome de un gran amor. distrayéndome de un gran camino; hasta incluso podes hacerme creer que me gusta elaborar arte en mi cocina.
Pero al final del día, vos nunca serás ese dragón tan fuerte como creías.
Ni yo, ese príncipe encantador que todo lo derriba.