La ineludible figura de Vicente Huidobro ha despertado siempre el interés de lectores, estudiosos y académicos. Síntesis de la poesía moderna en sus diversas direcciones, su obra sigue ofreciendo el prodigioso juego de sus imágenes, la inacabable veta de su humor, las diferentes facetas de su lenguaje y el intrépido deseo de conquistar lo inexplorado. Sin embargo, pese a que su poesía llegó a tener muchos puntos de contacto con el surrealismo, Huidobro nunca aceptó el método de la escritura automática. Con respecto a esto, en «Manifiesto de manifiestos», dice:
El pensar es memoria, imaginación y juicio. No es un cuerpo simple, sino compuesto. ¿Creéis que es posible separar, apartar algunos de sus componentes? ¿Podéis mostrar algún poema nacido de este automatismo psíquico puro del que habláis? ¿Creéis que el control de la razón no se lleva a cabo? ¿Estáis seguros de que estas cosas de apariencia espontánea no os llegan a la pluma ya controladas y con el pase-libre horriblemente oficial de un juicio anterior (tal vez de larga fecha) en el instante de la producción? […] Desde el instante en que el escritor se sienta ante la mesa, lápiz en mano, existe una voluntad de producir y (no juguemos con las frases) el automatismo desaparece, pues es esencialmente involuntario y maquinal. Desde el instante en que os preparáis para escribir, el pensamiento surge controlado. El automatismo psíquico puro —es decir, la espontaneidad completa— no existe. Pues todo movimiento, como lo dice la ciencia, es transformación de un movimiento anterior. Sois víctimas de una apariencia de espontaneidad.[1]
Evidentemente, Huidobro no aceptaba la falta de control y conciencia en la ejecución del poema, rechazo similar al experimentado por los poetas del 27 vinculados con la estética surrealista. Por el contrario, solicitaba para esta tarea un estado de concentración absoluta, donde el poeta estuviera «con toda la fuerza de sus sentidos más despiertos que nunca». Ahora bien, en Altazor —obra iniciada en 1919 y publicada en forma íntegra en 1931— podemos detectar la utilización (probablemente irónica) de recursos surrealistas. En un tramo del Canto IV, el autor ofrece una lista de imágenes no sujetas a ningún orden evidente, pero sometidas a un aritmético juego de repeticiones; en otro, el siguiente párrafo, ofrece un escrito libre de cualquier control ordenador:
Para hablar de la clausura de la tierra y la llegada del día agricultor a la nada amante de lotería sin proceso ni niño para enfermedad pues el dolor imprevisto que sale de los cruzamientos de la espera en este campo de la sinceridad nueva es un poco negro como el eclesiástico de las empresas para la miseria o el traidor en retardo sobre el agua que busca apoyo en la unión o la disensión sin reposo de la ignorancia. Pero la carta viene sobre la ruta y la mujer colocada en el incidente del duelo conoce el buen éxito de preñez y la inacción del deseo pasado da la ventaja al pueblo que tiene inclinación por el sacerdote pues él realza de la caída y se hace más íntimo que el extravío de la doncella rubia o la amistad de la locura.[2]
Comparemos el anterior pasaje de Huidobro con el siguiente de Pez soluble, el texto que acompaña al primer Manifiesto del surrealismo, y que en cierta forma proponía ejemplos de escritura automática:
Menos tiempo del que hace falta para decirlo, menos lágrimas de la que son precisas para morir: fijaos, lo he contado todo. He efectuado la recensión de las piedras: son tantas como mis deseos, y unos cuantos más; he distribuido prospectos a las plantas, pero no todas los han querido aceptar. Con la música he estado aliado durante un segundo tan sólo, y ahora ya no sé qué pensar del suicidio porque, si quiero separarme de mí mismo, ahí está la salida, y añado con malicia: la entrada, el regreso, por el otro lado. Ya ves tú lo que tienes que hacer.[3]
Bien, no es difícil advertir que el texto de Huidobro es mucho más audaz en las imágenes, además de presentar una desconexión y arbitrariedad mayores que las que ofrece el de Breton. Otro testimonio relevante es el ofrece el texto «Poema», publicado en la revista Ariel 2 en 1925, mismo año en que negaba la teoría surrealista de la escritura automática. «Poema» integrará luego el libro Ver y palpar con el de título «Panorama encontrado o revelación del mundo». Transcribimos, a continuación, algunas de sus líneas:
… la reina de Sabá atraviesa la neblina la neblina extenuada de recuerdos en música y las tempestades son un regalo siempre apreciado así los grandes matches de los accidentes de la ruta tiembla jardinera tiembla aeronauta en el jardín del aeródromo las inauguraciones de los ecos los votos de año nuevo caracol y dínamo tiembla capitán de navío tiembla peregrino de las regiones abiertas y del retorno la que te espera no te espera tiembla marinero hoy los húmedos pañuelos de los sacudimientos sísmicos especializados el eléctrico programa ventajoso tan triste en su crepúsculo tan errante en su espíritu socavado de memorias y cosas de ayer para hoy madurando en el árbol que es él o que soy yo y fueron otros como también seremos otros he aquí ahora en ese canasto la persecución de las perfumerías con un pequeño jardín y tres sultanas privadas mira en tu mirada la mirada que te mira contempla el crecimiento del naufragio y su sombra empezada ante tus ojos sin saber nunca en dónde y cuándo termina la profunda latitud interior de su ceniza contempla los sonidos vagabundos de los hombres los caminos en filas de sonámbulos los pájaros en fiestas de mirajes o en tumores del aire la mujer que lava la vidriera de los pulpos y mañana las cascadas en magnífico estado y el oso como regalo de miel.[4]
Si Huidobro escribió el fragmento del Canto IV de Altazor y «Panorama encontrado o revelación del mundo» como ensayos de escritura automática, o como parodia de ella, es algo que nunca sabremos. Lo que sí es cierto es que el resultado no es del todo convincente, ni puede ubicarse entre las mejores creaciones del poeta. Esta conclusión nos obliga a enfatizar otras similitudes entre la poética huidobriana y el surrealismo, similitudes que no se basan tan solo en chismes y polémicas. La presencia de elementos de humor y juego es evidente y reiterada en la poesía de vanguardia. La crítica interpreta este hecho en relación con las actitudes de antagonismo y nihilismo características de la mayoría de estas escuelas. En efecto, si lo que se pretendía era destruir las tradiciones y hábitos, negar prestigio y valor a lo convencional, renovar y recrear, algunos de los instrumentos más útiles para tales fines eran la risa, la ironía, el sarcasmo, es decir, la espontánea libertad que el juego y la irreverencia consienten. Desde esta perspectiva, la lectura de un pasaje de Jarry o de Gómez de la Serna son experiencias similares en cuanto nos ofrecen una imagen festiva de la realidad, la que sin embargo es más una crítica que una celebración. Para André Breton el humor y el azar eran mucho más que actos circunstanciales. Ambos elementos permitían la resolución dialéctica de los opuestos, hecho que, como sabemos, constituía la meta y columna vertebral de su doctrina. En ese sentido, la obra de Huidobro ofrece varios ejemplos de uso del humor y de lo lúdico, sin que en ninguno de ellos haya algo librado al azar. Puede decirse que el escritor chileno emplea rasgos de humor o juego como recursos para cuestionar, vivificar, aligerar, o desprestigiar —según convenga— el edificio de lo real. Altazor, como se ha dicho anteriormente, es un caso paradigmático en lo que a estas técnicas respecta. Ahora veremos cómo, en el siguiente fragmento de «Ella», poema incluido en Ver y palpar, Huidobro organiza los materiales de modo que este nuevo canto a la mujer opere en beneficio de lo insólito, lo nuevo y lo maravilloso:
Ella daba dos pasos hacia adelante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo
Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza
Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla
Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma[5]
A pesar de que Huidobro renegó del surrealismo, en sus textos se cuelan imágenes que muestran la capacidad de creación del poeta a través del inconsciente. El poeta considera que la poesía es una actividad del espíritu que brinda posibilidades extraordinarias, por lo tanto, un desafío a la razón. Sin embargo, no debemos considerar tal aseveración como una negación de la razón como mediadora del proceso poético, sino más bien como un intento voluntario (racional) de transformar la realidad sensible en una realidad que solo exista en el poema. En el siguiente párrafo, luego de resumir la estética creacionista, Huidobro demuestra haber arribado a las mismas conclusiones que Breton:
La poesía es el vocablo virgen de todo prejuicio; el verbo creado y creador, la palabra recién nacida. Ella se desarrolla en el alba primera del mundo. Su precisión no consiste en denominar las cosas, sino en no alejarse del alba […] El valor del lenguaje de la poesía está en razón directa de su alejamiento del lenguaje que se habla […] La Poesía es el lenguaje de la Creación. Por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo en su formación, son poetas […] toda poesía válida tiende al último límite de la imaginación. Y no sólo de la imaginación, sino del espíritu mismo, porque la poesía no es otra cosa que el último horizonte, que es, a su vez, la arista en donde los extremos se tocan, en donde no hay contradicción ni duda […].[6]
Admito la osadía en que incurrí al titular este artículo de la manera en que lo hice. No obstante, me resultaría imperdonable obviar las correspondencias entre la poética de Huidobro y la del surrealismo. Un mismo origen (Nord-Sud, Apollinaire y Reverdy), una misma descendencia (Juan Larrea, el grupo chileno La Mandrágora, por ejemplo) y el hecho incuestionable de que la poesía de Huidobro figure en muchas antologías surrealistas serían razones para tener en cuenta. Aun así, espero que los argumentos expuestos más arriba hayan resultado lo suficientemente persuasivos.
Ilustración: Almendra Acosta
[1] Vicente Huidobro. Obras completas, Andrés Bello, Santiago de Chile, 1976.
[2] Ibíd.
[3] André Breton. Manifiestos del surrealismo, Guadarrama, 1969.
[4] Vicente Huidobro. Óp. cit.
[5] Ibíd.
[6] Ibíd.