Por Mauricio Delgado | Argentina
Se despertó estirándose y con una sonrisa enorme. Abrir los ojos aún le costaba. Se levantó con la sonrisa intacta. Estaba muy feliz; sabía que hoy vería a esa persona que le hizo tan difícil dormir, pero tan placentero el sueño. La verdad, yo veía esta situación con bastante envidia, mientras batía un café para ambos, ya que la máquina se rompió hace unos días.
Desde la cocina escuchaba cómo cantaba mientras se bañaba (la verdad nada mal). Yo hubiese elegido algún tema no tan meloso, algo de Metallica, tal vez. Desde que cerró la ducha no paró de contarme de cómo se conocieron, de cómo se miran, de cómo fue amor a primera vista, de que es muy feliz. No dudé en sonreír y desearle lo mejor, pero, dentro de mí, sé que la envidia me mataba.
Bajamos juntos a la calle. Yo iba para el mismo lado, así que caminamos juntos las primeras tres cuadras, donde ellos se encontrarían, y luego yo seguiría mi camino. Hoy tenía un largo día en la oficina. La corbata me ahorcaba, incluso habiéndomela olvidado sobre la mesa de la cocina, pero eso es un tema más largo. Volviendo a este amor, todo era de rosas, tan puro que hasta contagiaba. Para cuando llegamos a la esquina del edén, aceleró el paso, demasiado para mi ritmo cansino. Creo que de haber tenido cola, cual perro, la estaría agitando a más no poder.
Finalmente se encontraron, no pasó una milésima de segundo antes de que se fundieran en un beso. Separaron sus rostros para mirarse a los ojos, sonrieron y se volvieron a besar. Creo que solo por pudor no terminaron arrancándose la ropa en ese mismo lugar. Si te soy sincero, se me pasó la envidia al verlos tan felices. Al final, ese día en la oficina no fue tan largo.
Ahora, fíjate qué raro. Estoy seguro de que, en tu mente (por mas ágil que sea), en cuanto relaté esta hermosa historia de amor que recién arranca, supusiste que se trataba de un hombre y una mujer, aun cuando yo, en ningún momento, di indicios de que así fuera. No te sientas culpable, está bien. Incluso yo que lo vi en persona por momentos trataba de buscarle rastros a ver si lograba descubrir cuál de los dos era la «mujer» y cuál el «hombre» en la pareja.
Solemos decir ser de mente abierta y hasta nos vanagloriamos de ser superinclusivos solo por tener un amigo gay. Por suerte, las cosas fueron cambiando, pero no creo que del todo. Seguimos usando como insulto o burla algo que para muchos es una elección sexual, y que seguramente les da bastante placer. No creo que por homofóbicos, sino porque es una costumbre, mala, pero costumbre al fin.
Aún hay gente que prefiere cazarlos antes que dejarlos que se casen. Pero ellos no me preocupan, son mentes tristes. Mentes tristes que se oponen al amor, pero que, a escondidas, frente a un monitor, disfrutan de ver dos chicas besándose. No nos dejemos engañar porque algunas películas de Hollywood incluyan una historia homosexual de trasfondo. El cambio va a ser real cuando Disney haga una película con dos princesas.
Crédito de la fotografía: Jakub Kwiecinski and David Mycek / vía Reuters
Nota del editor: Si sufriste o fuiste testigo de un acto de discriminación consulta a los entes responsables de tu país y realiza la denuncia.