Cuando era chica, era tímida, muy tímida. Si bien en aquel tiempo no era tan frecuente lo «psi» como en estos días, podía suceder que te derivaran al gabinete de psicopedagogía para una evaluación, porque la conclusión era que la timidez no permitía al niño o la relacionarse con sus pares. Así fue como citaron a mi madre, quien, preocupada, fue a conversar con la maestra de preescolar para recibir la derivación. A partir de allí, el camino fue directo al psicólogo. Agradezco haber caído en manos de un profesional con años de experiencia y gran poder de observación. Él les dijo a mis padres algo de este estilo: «Sí, su hija es tímida, pero, además, es “diferente”, ella tiene su personalidad, no quiere hacer lo mismo que el resto, ¿o prefieren que siga a la “manada”? A su tiempo encontrará una o dos amigas con quienes querrá jugar». Y así fue… pero, en el mientras tanto, sufrí cuando intentaban que encajara donde no quería ni podía, y por mucho tiempo me quedaba aislada en el recreo adelantando los deberes para poder jugar toda la tarde en mi casa o, mejor, leer un libro, que era lo que en verdad me apasionaba.
Lo difícil de una situación como esta es que en el ámbito escolar es un problema todo lo que se sale de la norma o de lo esperado. Por supuesto, y dependiendo del caso, hay que considerar la posibilidad de algo patológico, pero siempre (y más en esos casos) lo fundamental es atender a la particularidad del ser, y saber acompañar el desarrollo de esa personalidad.
Leí en estos días una frase que decía «te enseñan a colorear sin salirte de la línea, no vaya a ser que al hacerlo descubras que eres un artista». Es harto frecuente leer casos de famosos inventores, artistas y grandes figuras de distintos rubros que, gracias a que lograron vencer sus dificultades e ir por el camino no esperado y, a veces, luchando contra todo y todos, llegaron a ser quienes fueron.
Por mi parte, nunca jugué al elástico ni al Mensú famelo melo, ni me gustaba participar en los bailes de la escuela; pero cuando una maestra captó mi esencia y me convocó a leer en un acto escolar fui feliz, y la timidez no fue un impedimento.
Hoy tengo amigas, pocas y muy buenas, y el amar la lectoescritura hizo que esté en este espacio y pueda compartirles mi vivencia y decirles, en primera persona, que el problema no es ser diferente, sino que, como sociedad, aún no hemos aprendido verdaderamente a aceptar e integrar lo distinto. Hay mucho trabajo por hacer por la integración en todos sus niveles: social, inclusivo, educativo, cultural, religioso, etc. Por ello, desde mi adultez, pero principalmente desde la niña que fui, los convoco a pensar cómo podemos ayudar y a actuar en consecuencia.
Excelente ,un tema difícil , explicado con sencillez y, fácil comprensión.