Por Lorena Mendoza | España
Ya hablamos sobre qué es Pilates, ahora vamos a focalizar en la importancia de incorporar esta disciplina a nuestra rutina.
Con ella nos relajamos, nos conectamos con nosotros mismos e, incluso, bajamos el nivel de estrés; pero Pilates también es un mecanismo que, bien utilizado en los diferentes ejercicios, nos ayudará en aspectos tan importantes como estabilizar o movilizar las articulaciones vertebrales.
Sí, estamos hablando de la respiración.
Si bien todos respiramos, en general no lo hacemos de una manera “correcta”. Cuando inspiramos, el diafragma se contrae y baja, y los pulmones se hinchan de aire cargado de oxígeno. Al espirar, entonces, el diafragma se relaja y vuelve a su posición inicial, los pulmones se deshinchan y el aire que sale posee muy poco oxígeno ya que está cargado de dióxido de carbono.
Normalmente no le damos mucha importancia a cómo respiramos (¿será porque -por ahora- es gratis?). Es decir, no lo hacemos de una manera consciente: no nos damos cuenta si tomamos mucho o poco aire, si sólo usamos una parte de los pulmones, si lo hacemos hinchando el abdomen o si ampliamos el contorno del tórax (hacia los lados como si fuera un abanico).
Al espirar, tampoco estamos nos damos cuenta si hacemos una exhalación sacando la mayor cantidad de aire de nuestros pulmones o no.
Generalmente, tendemos a hacer una respiración corta y a utilizar la parte superior de nuestros pulmones (respiración clavicular); esto hace que no oxigenemos bien las células de nuestro cuerpo, que no eliminemos todo el aire residual y que no podamos revitalizar nuestro organismo.
Dependiendo de cómo se expande el tórax al inspirar, podemos clasificar a la respiración de tres maneras distintas: clavicular o esternal, abdominal y costal.
En la respiración clavicular o esternal, el aire va a la parte superior del tórax. Si ponemos una mano sobre el pecho (justo en medio de las clavículas) y la otra sobre nuestro abdomen, al inspirar notaremos como nuestro abdomen se hunde y como elevamos hacia arriba y adelante nuestro esternón.
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Este tipo de respiración ocurre cuando estamos agitados, como por ejemplo en una carrera, o cuando estamos nerviosos.
En la respiración abdominal, en tanto, al inhalar, el tórax se alarga y el abdomen parece inflarse como un globo. Manteniendo las manos en la misma posición que en la respiración esternal, notaremos como la mano que está apoyada en el abdomen se eleva y como la otra mano no modifica su posición.
Esta respiración, tiene lugar cuando estamos relajados, cuando buscamos bajar la ansiedad, meditar, etc.
En la respiración costal, por último, al inspirar, la caja torácica se hace más amplia hacia los lados como si fuera un acordeón. Para notar este tipo de respiración colocaremos ambas manos sobre nuestras costillas. Al inspirar, nuestras manos se separan, y también sentiremos en nuestras costillas posteriores el respaldo o la colchoneta, dependiendo de si estamos sentados con la espalda apoyada o acostados.
Este tipo de respiración la utilizaremos sobre todo al realizar los ejercicios de Pilates, ya que de esta manera estabilizamos y movilizamos con mayor facilidad nuestra columna vertebral.
Joseph Pilates decía que hay que “inhalar expandiendo totalmente el tórax”, tratando de abarcar la mayor cantidad de aire (como si oliésemos una flor), y que hay que exhalar completamente por la boca, exprimiendo los pulmones (como si sopláramos una vela): a esto él lo llamaba “ducha interna”.
Recuerda: “Una correcta respiración no solo purifica la sangre, sino que también reduce la tensión cardíaca y desarrolla los pulmones”. Se trata, sin eufemismos, de vivir mejor. Ni más ni menos.
Eso sí, en cualquier caso, hagas lo que hagas… ¡no te olvides de respirar!