Haz click aquí abajo para acceder a la nota en su versión audio.
Era una tarde de abril de 2021, y de fondo sonada una playlist sugerida por Spotify que contenía un mix de bandas de los 90 (década que no puedo superar musicalmente). Entre ellas estaban los británicos de Travis. Cuando arrancó, parecía un tema más, pero, al prestar atención, escuché que la canción decía: «We live in boxes. We live in boxes. Concrete boxes».Y me vi, sentado frente al computador, literalmente empaquetado entre cuatro paredes, solo, en esa caja (mi caja), con una ventana con vista al compilado de las otras cajas de todos los que vivimos en esta sobrepoblada ciudad.
Hoy somos más conscientes de lo solos que podemos llegar a sentirnos y a estar, el confinamiento preventivo nos enfrentó a todos nuestros demonios, y uno de ellos fue el demonio de la soledad. Seguro hubo afortunados que vivieron esos duros meses en compañía placentera, otros en compañía obligatoria, pero también hubo muchos otros que solo se tenían a sí mismos para aguantar lo que vendría: ellos estaban realmente solos.
Días atrás había leído una reflexión que el Dr. Dhruv Khullar hacia sobre el aislamiento y sus efectos en nuestra salud mental. El doctor recordaba una de las últimas conversaciones que había tenido con uno de sus pacientes en 2020, ambos conectados vía Zoom para un control rutinario, el paciente ya sabía que moriría, ambos eran conscientes de ello, el hecho no tenía fecha, pero era inevitable. Como cortesía, el doctor se ofreció a llamar a alguien, un familiar o un amigo cercano para informar de su situación, pero el paciente le dijo que no, no tenía a nadie a quien pudiera llamar inmediatamente o que le significara algo la noticia. Fue una respuesta sincera por parte de una persona que ya había digerido y, en definitiva, aceptado lo que estaba por venir. Krullar decía que la tristeza de su muerte solo era superada por lo triste de su soledad. Como médico, era un caso cerrado, pero como persona se permitió preguntarse: si su soledad era una de las causas de su muerte prematura y no únicamente una circunstancia desafortunada.
No hace falta investigar muy profundamente para encontrarnos con expertos que hoy, superado el 2020, confirman que la soledad es letal para los seres humanos, y que los confinamientos alargados acortaron enormemente la expectativa de vida de muchas personas. Algunos de los efectos palpables son las alteraciones a los patrones del sueño, la atención y el razonamiento lógico y verbal. Sin embargo, hoy se hace mucho énfasis en lo que estaba al final de la lista de los chequeos de salud rutinarios: la salud mental.
Pero ¿cómo nos afecta nuestra salud el estar solos?
Para comprenderlo mejor, debemos leer historias que lo ejemplifiquen, como el caso de Sarah Shourd, que a los 36 años fue arrestada por tropas iraníes mientras estaba de excursión en la frontera con Irán (¿a quién se le ocurre?). Fue acusada de espionaje y la confinaron en una pequeña celda (en una caja). Sarah estuvo casi 10.000 horas aislada, una vez liberada, empezó a notar que sufría de alucinaciones frecuentes. Bastaron esas horas para que de manera recurrente empezara a ver luces que desaparecían cuando giraba la cabeza, escuchar gritos, sus propios gritos sonando en su cabeza, y esto, hasta el día de hoy.
La ciencia lo comprobó. En los años 50, el psicólogo Donald Hebb del Centro Médico de la Universidad McGill de Montreal lideró un estudio en el que pagaron a voluntarios para que pasaran semanas aislados en cubículos (cajas), privados de cualquier contacto humano significativo. Los investigadores querían ver el comportamiento de los individuos cuando no sucedía absolutamente nada. Bastaron unas horas para que los participantes se volvieran increíblemente impacientes. Ansiosos por estímulos, comenzaron a cantar, recitar, hablarse a sí mismos para romper con esa sensación de soledad que los consumía. La estadía en esas cajas tuvo como consecuencia que su desempeño mental se viera afectado, como lo decía antes, acortando su expectativa de vida. La soledad es un factor de riesgo de muerte tan importante como la obesidad y el tabaquismo.
Esto va a sonar a estrategia de guerra con una pisca de teoría conspirativa, pero cuando nos separamos de los nuestros, ya sea por un confinamiento prolongado, ya sea por decisión propia, aparece la soledad, y esta nos debilita profundamente. Eso no significa que no tengamos derecho a nuestros momentos de privacidad y meditación, significa que somos y seremos seres sociales que forman parte de una red que teje la vida en este planeta. Quizá, habrá situaciones que no podamos controlar, en la que debamos estar con nosotros mismos, solos, pero para que ese momento sea superado de la mejor manera posible, debemos trabajarnos, construir un concepto de nosotros, ser mentalmente fuertes y eso se logra con ayuda profesional.
Lo decía la canción de la que te hablaba: «Crecimos jugando con cajas cartón, vivimos en cajas de concreto y nos vamos en cajas de madera». Si bien esto es algo inevitable, hoy podemos decidir reforzar los vínculos que nos hacen bien y construirlos donde nunca han existido. Todo esto desde nuestras cajas.