En pleno apogeo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, los cuales fueron pospuestos un año debido a la pandemia —pero cuya su nomenclatura no se modificó a 2021—, uno de los temas que más interesan a las generaciones más jóvenes se hizo presente. La retirada de la gimnasta Simone Biles, capitana del equipo femenino de gimnasia artística de los Estados Unidos, en plena competencia final por equipos, causó revuelo entre los fanáticos, los periodistas y los deportistas. Al principio anunciaron que se debía a una «cuestión médica», pero no dieron muchas más especificaciones. Fue más tarde que la misma joven de veinticuatro años, cuatro veces campeona olímpica en Río 2016, anunció en sus redes sociales que decidió no competir para «cuidar su salud mental»; una cuestión que es muy poco tratada en el deporte y que, desde Wimbledon 2021, los medios caracterizaron como «el efecto Naomi Osaka».
La gimnasia artística es uno de los deportes que más público atrae en las Olimpiadas. No es extraño que tanto los aficionados como los medios de comunicación y los compañeros de las delegaciones de cada país acudan al evento con la esperanza de ver a los mejores gimnastas del mundo compitiendo. Pero poco se habla acerca del peso que generan las expectativas de tantas personas sobre los hombros de un solo atleta. Y ese peso por fin terminó por alcanzar a una de las mejores gimnastas de los últimos tiempos.
Simone Biles se convirtió en una de las caras de la lucha por la priorización de la salud mental en el deporte, diciendo con sus propias palabras que «hay más en la vida que solo gimnasia». Esas fueron sus declaraciones luego de retirarse del evento final de su disciplina el 27 de julio, tras participar en la prueba de salto con resultados más bajos de los que acostumbra. Reconociendo que no estaba al 100 % de sus habilidades y no queriendo arriesgar costarles una oportunidad a sus compañeras de hacerse con alguna medalla en el evento, la gimnasta demostró una gran responsabilidad y honestidad al dar un paso al costado. Biles, no obstante, se quedó en la arena para alentar, guiar y aconsejar, ya que aún era la capitana del equipo, a las otras tres deportistas: Jordan Chiles (20), Sunisa Lee (18), y Grace McCallum (18).
Tras su abrupta decisión de no continuar compitiendo, las norteamericanas no pudieron derrotar al equipo ruso, formado por la capitana Angelina Melnikova (21), Vladislava Urazova (16), Viktoria Listunova (16), y Lilia Akhaimova (24); las cuales se convirtieron en el primer equipo femenino ruso en ganar las Olimpiadas desde la disolución de la URSS. De igual manera Estados Unidos pudo hacer frente a los cambios de último minuto y quedarse con el segundo lugar, pese a haber perdido la racha de diez años consecutivos ganando en campeonatos mundiales y Olimpiadas. Esto provocó la llegada de comentarios desafortunados por parte de quienes ansiaban ver a Biles compitiendo, y a Estados Unidos ganando. Sin embargo, no se tiene en cuenta que la gimnasia artística es un deporte en el que cualquier error, por cuestiones de lesiones físicas o por no encontrarse lo seguro mentalmente para realizar ciertas acrobacias, puede acabar por dañar la integridad física del atleta en caso de un mal movimiento. Simone Biles fue lo suficientemente fuerte y valiente para no arriesgarse ni a ella, ni a sus compañeras. Se ha conocido que la misma joven les dijo a sus compañeras al anunciarles su decisión: «Lo siento. Las amo. Entrenaron toda su vida para esto. Yo ya fui a unas Olimpiadas, voy a estar bien. Esta es la primera de ustedes, salgan allá y rómpanla».
Luego de anunciar también su retiro de la competencia all-around individual, muchos deportistas y diferentes celebridades del mundo artístico expresaron su apoyo y gratitud a la gimnasta por priorizar su salud mental, y por permitir que esas temáticas sean tratadas y respetadas por la audiencia. Al mismo tiempo, los medios comenzaron a hablar de un «efecto Naomi Osaka», debido a la decisión de la tenista japonesa de abandonar la competencia de Wimbledon, jugado en junio-julio de este año, luego de negarse a realizar ruedas de prensa durante el torneo debido a que ha atravesado periodos de ansiedad.
Es necesario que las conversaciones de la salud mental sean aplicadas en el ámbito deportivo. La presión por parte de los fanáticos, y muchas veces de los mismos periodistas, cuyos comentarios, si bien no tienen la intención directa de agobiar al deportista terminan por provocar justamente ese efecto, pueden generar que el atleta pierda la pasión por el deporte que tanto ama entrenar. Naomi Osaka fue de las primeras en manifestarse públicamente sobre ello a principios de julio. Ahora fue el turno de Simone Biles en plenos Juegos Olímpicos. Y es seguro esperar que muchos más atletas se vayan sumando a estas conversaciones. Es momento de comprender que no solo importa la salud física en el deporte; también hay que priorizar la salud mental.
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Excelente artículo, un tema bien tratado, con mucho nivel. Felicitaciones a la autora Josefina Arroyo y a la revista Ridyn por su publicación