Parece una obviedad, pero muchas veces nos olvidamos que el orden es sumamente importante en nuestras vidas. De hecho, mi amiga Laura Escobar, discípula de la famosa Marie Kondo y creadora de Ordenizarte, en uno de los artículos que escribió para Ridyn.com, la revista digital que dirijo, arrojó una frase que me pareció reveladora, y que ahora quiero compartir contigo:
Ordenar de forma consciente nuestras cosas y nuestros espacios se convierte en una forma concreta, tangible y observable de experimentar una sensación de liviandad y paz, lo que nos permite estar preparados para descubrir y abordar otras áreas definitivamente mucho más importantes de nuestra vida, que hasta el momento estaban escondidas bajo el desorden.
Genial, ¿no te parece? Es que es verdad, el lugar donde vivimos (o donde trabajamos) puede llegar a transformarse en un caos si no ponemos un poco de orden. En cambio, si aprendes a ser ordenado, podrás utilizar tu tiempo en cosas que realmente valgan la pena y no en ordenar una y otra vez tus espacios cotidianos. En definitiva, si eres ordenado, terminarás convirtiéndote en una persona más productiva o, mejor todavía, en alguien con más tiempo de calidad para sí mismo.
No obstante, ser ordenado en una sociedad que te incita constantemente a adquirir objetos que en realidad no necesitas puede llegar a ser muy complejo. Así que debes estar muy alerta, pues cuantas más cosas tengas, más difícil va a ser para ti ordenarlas.
El fetichismo de los objetos
La mayoría de nosotros solemos acumular objetos a lo largo de los años, objetos que luego ignoramos que tenemos y que lo único que hacen es reducir el espacio del lugar donde vivimos o trabajamos, espacio que podríamos aprovechar de una forma mucho más inteligente.
Piénsalo bien, ¿en verdad quieres llenar tu casa o tu lugar de trabajo de objetos que no utilizas? ¿Ropa que no te pones hace décadas? ¿Cosas que quedan olvidadas en el fondo de los cajones y armarios? Por favor, dime que no.
Yo mismo me he encontrado con ropa que ya no me quedaba bien (alguna que otra prenda guardada todavía en su envoltorio de origen porque nunca llegué a usarla), accesorios que ya no me gustaban, libros que no llamaban más mi atención, papeles inservibles de todo tipo, cartas de viejos amigos, o incluso aparatos electrónicos que ya no funcionaban (crees que los vas a arreglar algún día, pero lo cierto es que solo se acumulan y después te olvidas de todos ellos).
Un buen día me di cuenda de que no quería vivir en medio de tantas cosas que ya significaban nada para mí, que ya no me producían ningún tipo de alegría, así que decidí desechar todos los objetos que no necesitaba y me quedé solo con aquellos que me encantaban y que todavía generaban algo positivo en mí.
Es que ¿de qué sirve convertir nuestra casa o nuestra oficina en un depósito de objetos innecesarios?
Si tú también te hiciste esta pregunta, es porque te ha llegado el momento de desechar cada uno de los objetos que te sobran, esos que ya no aportan nada significativo a tu vida. Y puedes estar seguro de que serán unos cuantos.
El orden, indudablemente, comienza cuando te animas a despojarte de todo lo superfluo o, como diría Laura, cuando por fin logras liberarte de «la esclavitud de las cosas». Sí, como habrás adivinado, el minimalismo y el orden van juntos de la mano.
El orden es sinónimo de armonía, y la armonía nos da paz
Está claro que cuando te hablo de orden no solo me estoy refiriendo a que tu cama, tu escritorio o tu bolso estén ordenados, sino a algo más integral, por ejemplo, que también tu alimentación, tus horarios, tu mente y tus relaciones lo estén.
Es que, para mí, el orden es sinónimo de armonía, y estarás de acuerdo conmigo en que la armonía nos da paz.Lo ideal, por lo tanto, sería lograr una completa armonía en nuestras vidas. Y eso, no te mentiré, es bastante difícil.
¿Por qué? Porque, como te decía antes, vivimos continuamente bombardeados por estímulos que hacen que sintamos la necesidad de hacer más cosas de las que queremos, tener más cosas de las que necesitamos y preocuparnos por aspectos, o bien superficiales (por ejemplo, tener una imagen perfecta), o bien irremediables (guerras, inundaciones, hambruna, etc.).
Con esto quiero decirte que el mismo concepto de orden nos obliga en cierta forma a detenernos y replantearnos muchas cosas. Y es importante parar. Es más, deberíamos obligarnos a parar de vez en cuando para encontrar aquello que le dé armonía a nuestra vida.
Te invito, entonces, a que te detengas un momento y busques qué áreas de tu vida son las que precisas poner en orden. Porque es evidente que, en este alocado mundo en que vivimos, nuestra voz interior está pidiendo a gritos una buena dosis de paz y armonía, entre otras cosas, para que podamos crecer, en algún punto, felices.