A principios del siglo XX, algunos médicos prominentes que intentaban comprender de dónde provenía las enfermedades mentales acuñaron una nueva teoría: la autointoxicación. Estos médicos llegaron a la conclusión de que los microbios intestinales, en realidad, son peligrosos para sus huéspedes humanos, pues tienen una forma de inducir «fatiga, melancolía y neurosis», como relata un artículo histórico de la revista Gut Pathogens.
«El control de la dieta del hombre se logra fácilmente, pero el dominio de su flora bacteriana intestinal no», escribió un médico llamado Bond Stow en The Medical Record: A Weekly Journal of Medicine and Surgery, allá por 1914. «Los innumerables ejemplos de autointoxicación que uno ve en sus paseos diarios son prueba de ello… malestar, falta total de ambición, etc., de modo que cada esfuerzo en la vida es una carga, lo que produce una depresión mental que muchas veces bordea la melancolía».
Otro médico, Daniel R. Brower, del Rush Medical College, sospechaba que las crecientes tasas de melancolía (depresión) en la sociedad occidental podrían ser el resultado de los cambios en los hábitos alimentarios y las toxinas resultantes que habitan en el intestino.
Desde luego, al igual que muchas de las ideas médicas de aquel entonces, esta no era del todo correcta, y las curas propuestas (extirpar parte del colon o comer carne podrida) eran peores que la enfermedad. Hoy sabemos que el intestino no contiene «toxinas» que son venenosas, sino que alberga una colonia diversa de bacterias llamada microbioma. Sin embargo, estos médicos sí tenían razón en algo: lo que comemos afecta cómo nos sentimos, y es probable que los microbios intestinales desempeñen un papel importante en esto.
La dieta DASH, una posible respuesta al problema
Una dieta deficiente es uno de los principales factores de riesgo de muerte prematura. Por otra parte, la depresión es la principal causa de discapacidad en todo el mundo. Una línea de investigación relativamente nueva sugiere que ambos hechos podrían estar relacionados: una dieta poco saludable podría deprimirnos, y la depresión, a su vez, podría hacernos sentir todavía más enfermos.
En un trabajo de campo, los investigadores que estudiaron a 964 participantes de edad avanzada durante seis años y medio encontraron que aquellos que seguían la dieta DASH (compuesta principalmente por harina integral, frutas y verduras) tenían tasas más bajas de depresión, mientras que aquellos que llevaban una dieta tradicional eran más propensos a la depresión.
Investigaciones posteriores revelaron que seguir la dieta DASH puede causar una reducción de la depresión también en adolescentes. Esto sugiere que la dieta podría ser una forma de evitar algunos trastornos mentales, ya que el 50 % de las enfermedades mentales comienzan en la adolescencia.
Felice Jacka, profesora de psiquiatría nutricional en la Universidad Deakin de Australia, descubrió en 2010 que las mujeres que consumen una dieta rica en frutas y verduras, carne, pescado y cereales integrales tienen menos probabilidades de sufrir depresión y ansiedad que otras.
En efecto, Jacka sostiene que la conexión entre la dieta y la depresión está tan bien establecida que no son realmente necesarios más estudios para demostrarla.
La dieta DASH, en sí, no es nada revolucionaria: una cena típica consiste en carne magra, papa al horno y muchas verduras. Los investigadores todavía están averiguando por qué es tan beneficiosa, y una respuesta podría ser la conexión entre el intestino y el cerebro. Cuando las personas siguen una dieta rica en verduras, la fibra de la materia vegetal se fermenta en el intestino y crea ácidos grasos de cadena corta que, a su vez, regulan el sistema inmunológico e influyen en la expresión genética del cerebro.
Las moléculas inflamatorias, llamadas citocinas, que son producidas por la grasa corporal pueden provocar inflamación en otras partes del cuerpo. La inflamación aumenta el riesgo de depresión y otras enfermedades al dañar el revestimiento de los vasos sanguíneos. Mientras tanto, las grasas saludables aumentan la producción de proteínas llamadas neurotrofinas, que, según Jacka, «actúan como abono para el cerebro, ya que promueven el crecimiento de nuevas células cerebrales en el hipocampo».
En definitiva, una dieta saludable nos ayudará a sentirnos mejor… en todos los aspectos.
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