En lo que yo crea o lo que tú creas, no necesariamente es la verdad
De hecho, en la mayoría de los casos, he observado, que muchas de esas creencias fueron impuestas simplemente a conveniencia, tal vez en ese momento eran necesarias implementarlas y así las fueron inculcando hasta que se volvieron casi una ley. Particularmente no creo que si soy parte de una organización religiosa o de una secta, el no asistir un domingo, el no estar en un evento o convención que sea de gran envergadura, por ello me este alejando de lo divino, o en el peor de los casos pierda la conexión con lo espiritual.
Soy partidario que Dios está en todas partes, en cada amanecer y cada anochecer, en el momento del rocío de la lluvia, pero también ante los imponentes rayos del sol, en cada primavera y también en cada otoño. Si yo digo que odio el calor u odio el frío, también odio al creador. Si yo odio a una persona, también odio a Dios, ya que en cada de uno de nosotros hay un átomo divino, y con justa razón Jesús de Nazaret profesaría: “Amaos los unos a los otros”. Por ello me cuesta entender enfrentamientos entre católicos y evangélicos, o entre testigos de Jehová y Masones, ¿por qué crear un cuadrilátero de boxeo para saber quien tiene la verdad?.
Citaré un texto del Evangelii Gaudium (24 de noviembre de 2013) que me pareció muy acertado:
El diálogo interreligioso
“250. Una actitud de apertura en la verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades, particularmente los fundamentalismos de ambas partes. Este diálogo interreligioso es una condición necesaria para la paz en el mundo, y por lo tanto es un deber para los cristianos, así como para otras comunidades religiosas. Este diálogo es, en primer lugar, una conversación sobre la vida humana o simplemente, como proponen los Obispos de la India, «estar abiertos a ellos, compartiendo sus alegrías y penas». Así aprendemos a aceptar a los otros en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse. De esta forma, podremos asumir juntos el deber de servir a la justicia y la paz, que deberá convertirse en un criterio básico de todo intercambio. Un diálogo en el que se busquen la paz social y la justicia es en sí mismo, más allá de lo meramente pragmático, un compromiso ético que crea nuevas condiciones sociales. Los esfuerzos en torno a un tema específico pueden convertirse en un proceso en el que, a través de la escucha del otro, ambas partes encuentren purificación y enriquecimiento. Por lo tanto, estos esfuerzos también pueden tener el significado del amor a la verdad.”
Las sagradas escrituras rezan: “Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven” .Y no estoy en contra de ello, al contrario, he buscado tener una fe que vaya acompañada de las obras, fe con acciones!. Con lo que no estoy de acuerdo, es aprovecharse de la fe de las personas para manipularlas.
Recientemente oía a un mandatario decir que los pobres eran personas fieles, este presidente, manipulaba ese término para hacer pensar que se preocupaba por el estado de ellos y que los iba a favorecer. Pero el mensaje en el trasfondo es pobreza mental, si no tengo una mentalidad distinta, si ignoro muchas cosas, si no discierno, soy fácil de manipular, de hacerme creer, y hasta tener fe en un sistema, que realmente no tiene buenos planes ni para ti ni para mí. Hay un pasaje bíblico que reza así: «Dichosos los que eligen ser pobres, porque de ellos es el reino de Dios», imagínense usar esto para manipular a las personas a estar en contra de la abundancia, de vivir bien, de llevar un buen estilo y calidad de vida. Alimentar una fe para pensar que una condición física o mental es la idónea para entra el reino de los cielos. Y he visto personas despojándose de sus bienes, dejando sus trabajos, poniendo a su familia en verdaderos desafíos económicos, simplemente porque fue un llamado de fe. Esa es la fe en la que no tengo fe, porque en contraparte, esos mandatarios que hablan que lo mejor es ser pobre, cargan los mejores trajes, viven en opulencia, y los dirigentes religiosos que piden el desprendimiento de lo material, viven en majestuosas casas, de hecho mansiones valoradas en varios millones de dólares. Allí lo que profesan, no está alineado a lo que viven. En Alemania se conoce a un Obispo como el “Obispo del Lujo”, se ha gastado 31 millones de euros en construir su residencia, quiere decir entonces que el no heredará el reino de los cielos, aunque es un Obispo. Es en estos casos donde prefiero ser un hombre de poca fe.
Recuerdo el caso que ocurrió en el año en que escribo este libro, un pastor evangelista de 35 años, quiso imitar el milagro de Jesús de caminar sobre el agua, sin embargo el milagro no se hizo presente y el pastor murió ahogado.
El religioso había dicho en su congregación que era capaz de hacerlo e intentó repetir el milagro bíblico en una playa en la capital de Gabón de Libreville, en la costa occidental de África, se introdujo caminando al hacia el agua y se fue hundiendo y no salió más. ¿Qué debería decir allí? Tal vez: Hombre de poca fe! No precisamente pensé en llamarlo así.
En 1978, un americano fundó la secta “Templo del pueblo”, en donde sus seguidores le adoraban y eran conformados por niños, jóvenes y adultos. La congregación de 900 personas fue convencida por este sujeto para participar en un suicidio colectivo al tomar limonada con cianuro con la finalidad de hacerles saber que la muerte era sólo el tránsito para trascender a otro nivel.
Una mujer le sacó los ojos a su hijo porque “no los cerró para orar” en un ritual que celebraban siete personas, quienes aseguraban que esa semana Dios vendría y se acabaría el mundo. La mujer confesó que su hermana le ayudó a sacarle los ojos al pequeño luego de que lo colocaran sobre la mesa de la cocina.
No colocaré la infinidad de casos ocurridos en el mundo, donde se usa una fe manipuladora, en donde lamentablemente, personas pobres sí, pero de mentalidad, de formación, de discernimiento, de consciencia crítica, son manipuladas para creer, y tener fe en cosas, que fueron creadas por mentes maquiavélicas. En nada de eso creo ni tengo fe.