En la obra de Heidegger, el preguntar por el Ser corresponde a la consideración de que el Dasein es el único Ente con capacidad de interrogarse por el Ser, ya que el Dasein es el Ente apropiado cuya principal característica es poder tener conciencia de su propio Ser, lo que permite entenderlo como un sol o como un ser iluminado por el astro. Así lo expresa Heidegger: «El Dasein no es tan solo un ente que se presenta entre otros entes. Lo que lo caracteriza ónticamentre es que a este ente le va en su ser este mismo ser» (Heidegger, Ser y tiempo, Madrid, Trotta, 2003, pág. 35). En otras palabras, el Ser cuenta con un sentido profundo —un sentido lógico— para poder racionalizar los entes o cosas del mundo que habitualmente percibimos.
La pregunta por el Ser lleva a los siguientes interrogantes: ¿Heidegger, con sentido religioso repetitivo, interroga el Ser para descartar caminos y clarificar conceptos? ¿Heidegger, con dicha pregunta, despierta al Dasein que hay en él para que escuche los mensajes del Ser cuando se comunica con su emisario, el hombre, en lenguaje poético? Se puede agregar que Nietzsche, crítico de toda forma de idealismo, consideraba la búsqueda del Ser como un ejercicio inútil que solo podía conducir al encuentro con el humo y las sombras, es decir, a un lugar sin sol.
El filósofo Jaime Hoyos, en un artículo explicativo sobre Heidegger («Heidegger, presentación elemental de su pensar», revista Universitas Philosophica, Bogotá, Universidad Javeriana, 20 de junio de 1993, págs. 38-42), anota que tres conceptos mojonan su camino hacia el Ser: Dasein (‘ser ahí’), Ereignis (‘suceso’) y Kehre (‘giro’).
Dasein (‘ser ahí’), el primer concepto señalado por Jaime Hoyos, es el ser del hombre, e implica un filosofar desde el propio punto de vista del hombre.
En el lenguaje filosófico alemán, Dasein quiere decir ‘existencia’, y se contrapone a potencialidad; de hecho, se puede pensar que hace referencia a los conceptos aristotélicos de potencia y acto. Heidegger emplea la palabra Dasein para significar el Ente donde se ilumina y manifiesta el Ser. Dice Heidegger: «El Ente cuyo análisis constituye nuestra tarea lo somos cada vez nosotros mismos. El ser de este Ente es cada vez el mío» (Ser y tiempo, Madrid, Trotta, 2003, pág. 67). En la edición alemana, no obstante, se puede destacar una pequeña diferencia con el traductor, pues dice: «El ser de este análisis que constituye la tarea somos nosotros mismos. El ser de este Ente es el mío mismo», y esto para enfatizar que tenemos presente el Ser dentro del Ente, como conjunto, o en cada uno como individuos.
El filósofo colombiano Danilo Cruz considera que: «La luz oscura del Ser ilumina, ya desde lejos, ya desde cerca, la búsqueda de un sendero para que se pueda instalar esta luz… y la palabra Dasein nombra el punto en que se cruzan el hombre y el ser» (Danilo Cruz, Filosofía sin supuestos, Manizales, Colombia, 2001, pág. 196). Este cruce constituye la dimensión esencial en la cual el encuentro del hombre con el Ser permite superar, en Metafísica, el olvido del Ser, despertándolo para no confundir la «Diferencia Ontológica» o lo que distancia al Ser del Ente, es decir, una revelación religiosa mediada por un rayo de luz.
El segundo concepto es Ereignis, el evento de la coapropiación entre el ser ahí o Dasein y el Ser o Sein. Este aspecto es la clave de Heidegger en su giro o Kehre, el tercer concepto señalado por Jaime Hoyos, quien anota que el autor realiza un giro para transitar hacia el Ser por rutas diferentes al camino inicial seguido por la senda de la Ontología. Este camino es emprendido por Heidegger después de publicado su Ser y tiempo y se desarrolla en las obras El nacimiento de la obra de arte y en Hölderlin o la esencia de la poesía, publicadas hacia 1936, en donde el lenguaje poético se constituye en el fundamento del Ser.
Heidegger vincula el concepto de Ereignis con lo propio o propicio (que en alemán es Eigen) para significar al Ser en proceso de apropiación del Ser del hombre, des-encubriéndose y manifestándose como «sí mismo», es decir, como verdad, según el término aleteya, que Heidegger adopta de los griegos, tal vez, para ser iluminado por el sol. Efectivamente, en Ser y tiempo, Heidegger cuestiona el concepto tradicional de verdad como «concordancia del sujeto con el objeto», planteando que verdad es más bien un des-encubrimiento del Ser, tal como expresa la palabra griega mencionada.
Para demostrar dicho planteamiento, Heidegger trascribe dos comentarios de la Dialéctica trascendental de Kant, donde contradice el concepto tradicional de verdad y fija su opinión. El primero afirma que: «la antigua y célebre cuestión con la que se pretendía poner en apuros a los lógicos… es la siguiente: ¿Qué es la verdad? La definición nominal de verdad como la concordancia del conocimiento con su objeto se admite y se da por supuesto aquí». El segundo comentario sostiene que «la verdad o la apariencia no están en el objeto en cuanto intuido, sino en el juicio que recae sobre él en cuanto pensado» (Heidegger, Ser y tiempo, Madrid, Trotta, 2003, pág. 236).
Entonces, como conclusión, se podría decir que, para Heidegger, es en el Dasein-hombre, el lugar donde se puede captar el Ser o ser iluminado por este, lo cual significa que el camino para llegar al Ser está en el juicio que recae sobre el objeto pensado. Esta argumentación recoge la tradición de los caminos del pensar de Parménides y constituye una elucubración que parte de lo empírico, que es el objeto pensado, y trasciende hasta el Ser, que constituye un concepto general y universal.
A este camino lo llama Heidegger Fenomenología, y Foucault lo cataloga como una vía empírico-trascendental que implica una duplicación del sentir del hombre, desprendida del camino claro y distinto del cogito de Descartes, como consecuencia del episteme moderno fundado en la incertidumbre del pensar lo objetivo, que vemos en Kant, y en la finitud del hombre bajo el condicionamiento de su tiempo, limitado por el encuentro con la Nada en su hora final (por ejemplo, en nuestro tiempo, frente a la incógnita del COVID-19).
Este camino tiene un aspecto, a la vez, iluminador y religioso, pues es como develar o encender la evidencia del Ser que aparece como iluminado por el sol de la razón o Logos (sol que es considerado, en muchas creencias, como el dios creador, y que en el mismo cristianismo está asociado a Jesucristo), pues al Sol que ilumina, calienta, alimenta, modula el clima y crea se lo ve a veces como Dios principal o como dios-héroe que enseña, tal el caso de Bochica en la cultura muisca de la sabana de Bogotá, en Colombia. En la cultura occidental se designa el día domingo como el «día del señor o Sol» (Dominus Dei, en latín; Κυριακή o Kyriakí, en griego; Dimanche, en francés, o domingo, en español, siendo asimilado al día del sol en la palabra inglesa Sunday y en la alemana Sontag), el día que, según la Biblia, Dios descansó, y el redentor e hijo de Dios, Jesucristo, que representa igualmente aspectos solares, muere y resucita. Pensemos en el domingo de Pascua, final de la Semana Santa en el culto cristiano, que tiene lugar en días cercanos al inicio de la primavera. Precisamente, el 21 de marzo, en el hemisferio norte, es cuando renace el calor del sol para iluminar y hacer visible, con carácter lógico, el Ser del Dasein-hombre.