Nada es para siempre, ni tampoco nadie lo puede ser. Aunque nos cueste asimilar y abrazar esa idea, lamentablemente la vida una y otra vez encuentra la manera de enseñarnos esa lección.
Pero, ¿estamos listos para dejar partir a esa persona que no está lista para amarnos?, ¿verdaderamente somos tan fuertes para convivir con ello?.
En primer lugar, todos diremos que sí. Que somos lo suficientemente fuertes para convivir con una decisión de tal magnitud: porque claro, todos creemos saber lo que valemos. Aunque no siempre nos hacemos valer de ese modo.
Lo cual nos lleva a la segunda opción; a ese incómodo rincón del corazón, donde una y otra vez nos golpeamos con la misma piedra (que parece qué se hospeda allí para molestar más que para educar).
Siempre escuche la frase que reza “hay tantos caminos posibles, como personas dispuestas a desandarlos” , y siempre trate de encontrar la versión del multiverso que mejor me sentara. Ya que soy practicante de la filosofía de vida que sostiene que no todo tiene que ser blanco o negro.
Pero,¿por qué dejaría que cualquier persona se quedé en mi vida sin aportar nada en ella?, ¿por qué me obligaría a sostener vínculos que honestamente no quiero tener?.
Creo que permitimos esas cosas, cuando desconocemos el potencial de nuestra propia felicidad. Y ello provoca un sin fín de situaciones que nos empujan una y otra vez a convivir con personas nefastas; egoístas, incluso, pobres en inteligencia emocional. Todo a costa del silencio que le imponemos a nuestros corazones.
Y ahí estamos, parados en el lugar de siempre; a la hora de siempre. Listos para perder más tiempo. Preparados para desperdiciar, una vez más, esa parte de la experiencia que compone nuestra vida, y que nadie jamás nos va a restablecer.
Quien no quiere dar, no debe ser obligado a dar.
Quien no quiere estar, no debe ser obligado a estar.
Quien no quiere sentir, no debe ser obligado a sentir.
Quien no quiere demostrar, no debe ser obligado a demostrar.
Sí no te puede acompañar, pues, simplemente que no ocupe el lugar que alguien más va a saber valorar.
7 mil millones de personas componen la tasa de habitantes del mundo. 7 mil millones de posibilidades de encontrar opciones de personas que quieran y sepan compartir la vida a tu manera. ¿Por qué seguimos insistiendo a quienes no deberíamos contar como opción?.
De esos millones no todos van a ser para vos. Ni vos vas a ser opción para todos. Por eso antes de darles el lugar, tenes que aprender a darte lugar a vos mismo. Conocer qué cosas sí son para vos, y que cosas no. Identificar qué lugares merecen la pena contar con tu presencia, y cuáles no.
Entiendo que vivimos inmersos en una vorágine inagotable de emergentes que día a día nos empujan a desconectar, cada vez más, de nosotros mismos. Pero ¿Cuándo vas a ser prioridad?, ¿Cuándo vas a darte el lugar de conocerte?.
El año ha llegado a su mitad. Y aunque aún queda por delante tiempo, ¿Cuanto tiempo de lo que queda vas a invertir en vos?.
Un día vas a tomar la mejor decisión de tu vida. Vas a dejar de lado el apego, la conveniencia, el sentido del “yo debo ayudar a todos” y comenzarás a ver quienes sí y quienes no. Ese día va a ser el más difícil de todos. Porque entender que no todos amamos de la misma manera, duele. Y es uno de esos dolores que quizás puedan llegar a partirte al medio.
Pero nada ni nadie, va a poder quitarte la satisfacción que sientas al concluir el día y sentir que fuiste feliz. Así, sin compromisos, sin responsabilidades absurdas y por sobre todas las cosas, sin obligarte a estar en esos lugares o con esa gente con la que honestamente no queres estar.
Un paso a la vez. Aunque demos dos hacía atrás. Siempre, demos un paso a la vez.