Según la etimología consultada en Internet, afgano, el nombre de sus habitantes, deriva del idioma iranio o persa oriental, que los catalogaba como expertos criadores, domadores y jinetes, mientras que la terminación -stan deriva del sánscrito de la India y significa ‘tierra’ o ‘país’. Recordemos que, en la Antigüedad, otro lugar famoso por sus bellos caballos fue la Capadocia, en el Asia Menor, hoy Turquía, que también tuvo influencia de Persia o Irán y, obviamente, del greco-macedónico Alejandro Magno, que los incluyó por un muy corto período en su Imperio, extendido hasta Persia, la India, Paquistán y Afganistán, hacia el siglo IV a. C.
En el actual país de Afganistán, el 42 % de la población (12,5 millones) pertenece a la etnia pastún, ya conocida por los griegos en la Historia de Heródoto, que los menciona como los pactyans, grupo étnico asiático —hoy de religión islámico-sunita—, que posee su propio idioma y mantiene un código de honor preislámico, el pashtunwali (‘camino del pastún´). Existe un mito sorprendente y muy antiguo que parece no tener bases históricas, el cual considera a los pastunes descendientes de las tribus perdidas de Israel.
Al vislumbrar la situación actual de Afganistán bajo la perspectiva histórica de un país establecido como república en 1973 (durante los años de la Guerra Fría entre la URSS y EE. UU. y después de una monarquía nacida en el siglo XVIII), se constatan las tensiones de los dos bloques de poder en su política y organización social. Ya en 1978 se produce la revolución de Saur, de inspiración marxista, que es cuando se establece la República Democrática de Afganistán, la que dio paso a la intervención de la URSS en su defensa, contestada por EE. UU. mediante una coalición con Pakistán, Arabia Saudita y otras naciones occidentales y musulmanas, llamada de los muyahidines, quienes tomaron el poder finalmente a raíz de la caída del comunismo en la URSS. Acontece entonces, que desde el interior de sus culturas ancestrales islamistas surge en Afganistán un grupo contestatario y religioso ortodoxo, los talibanes, quienes toman el poder en 1996 para establecer un sistema de gobierno inspirado en los antiguos califatos, es decir, patriarcal y con extremas restricciones para el culto y para la actuación pública de las mujeres.
Los acontecimientos siguientes son dramáticos: con ocasión de los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, en septiembre 11 de 2001, George Bush (hijo), en su lucha contra el terrorismo, toma venganza e invade el país, al considerar que los autores de los ataques, la organización Al-Queda, de Osama bin Laden, estaba asentada y protegida por el gobierno de Afganistán. Sin embargo, parece ser que su conquista y gobierno, nunca llegó a dominar plenamente las principales áreas de influencia talibán en el sur y suroeste del país (Helmand, Kandahar, Uruzgan y Zabul) ni el noroeste (en las zonas quebradas de Faryab y Badakhshan).
Pero ¿quiénes son los talibanes? Se definen como grupos de estudiantes de las leyes islámicas estrictas, compuestos étnicamente por tribus pastunes, apoyadas por personas de etnias punyabís, árabes, uzbekos, tayikos, chechenos y otros, que interpretan la sharia o Ley del Islam de forma arcaica, principalmente respecto a las mujeres. Estasno deben tener presencia ni actuación pública alguna que implique relación con el hombre que no sea su marido, su padre, su tío, su hermano o su hijo, en labores como el estudio, el trabajo, la salud, la política y el comercio, sino que deben permanecer en casa como guardianas de la moral y de los hijos, y al salir a la calle deben ir acompañadas por un hombre pariente y estar envueltas en la burka que las debe cubrir completamente, permitiendo que solo mediante una malla puedan ver el mundo externo.
A su vez, el grupo Al-Queda, de Osama bin Laden, había respondido a las políticas e invasión del presidente de EE. UU, George H. Bush a Irak, invasión que se produjo en coalición con 34 países en el año 1991, en su lucha por dominar y asegurar la producción mundial de petróleo en el cercano Oriente, cuando Sadam Hussein, premier de Irak y antiguo aliado de EE. UU. en la guerra contra Irán (1980-1988), a raíz de un problema con Kuwait, la histórica y bíblica región de Shatt al-Arab al sur, donde se unen los mesopotámicos ríos de Tigris y Éufrates, la había invadido previamente ese mismo año, después de la guerra de Irak contra Irán, la que con el apoyo de Occidente, quería debilitar la revolución islámica-chiita del ayatolla Ruhollah Musavi Jomeiní en Irán como epicentro del chiismo islámico y que le dejó a este país una deuda de USD 70.000 millones, nación que descalificaba a Israel por ser un país invasor, y era aliada de la política de Siria de Háfez al-Ásad, y de los palestinos desalojados por Israel de su antiguo país, desde 1948, cuando la ONU creó el Estado judío.
Tanto en el Irak de Sadam Hussein (desde 1966 hasta 2003), como en Siria de Háfez al-Ásad (desde 1963), ha tenido básica influencia el partido panárabe Baaz, de corte socialista no religioso, cuyo lema es «Unidad, libertad, socialismo» (en árabe, waḥda, ḥurriya, ištirakiyya).
¿Qué sucedió mientras EE. UU. hacía presencia en Afganistán durante los últimos 20 años y los talibanes iban ganando terreno? Que la política imperialista de EE. UU. en todo el Medio Oriente y Afganistán no cesó y hubo miles de muertos y hechos gravísimos de violaciones a los derechos humanos, con el pretexto de luchar contra el «Terrorismo» que decretó George Bush (hijo), en su política nucleada en controlar la producción de petróleo en el medio Oriente.
En efecto, con el pretexto falso de que Sadam Hussein, en Irak, estaba desarrollando «weapons of mass destruction», el presidente de EE. UU., George Bush hijo, invadió Irak en 2003, con solo el apoyo del Reino Unido, Australia y Polonia, sin contar con el aval de la ONU, y por consiguiente, violando las leyes internacionales establecidas, lo que dio lugar a la caída de Sadam Hussein y a 100.000 muertos, patrocinando en su lugar como Gobierno al grupo de los Chiitas, secta islámica minoritaria en dicho país, y dando lugar al desmonte del ejército iraquí de Hussein, lo que trajo como consecuencia el desarrollo del Estado Islámico o Califato Islámico, llamado también Dáesh, poseedor de una ideología radical tipo talibán, y que llevó adelante una serie de crímenes, entre ellos, el secuestro de mujeres yazidíes, minoría étnica no árabe ni islámica cercana a los kurdos en Irak, para utilizarlas esclavas sexuales o sabiyyas, y que avasalló todo el cercano Oriente por varios años hasta su arrinconamiento en Siria, donde hoy en día existe, latente, esperando una oportunidad para surgir. Sobre estos hechos, hasta el derechista expresidente de EE. UU. Donald Trump comentó: «The worst decision in US history as it destabilized the Middle East causing the rise of the Islamic state and conflicts in Libya and Syria» (The Guardian, August 31 / 2021).
Pero esas políticas terroristas no solo las desarrolló el partido republicano en el poder, sino que fueron también seguidas por el mismísimo demócrata y civilizado presidente Barak Obama, Premio Nobel de la Paz y ejemplo para la humanidad, quien reconoció sus fallas cuando dijo en 2014:«We did some things that were contrary to our values and we have, as a country, taken responsability for that», frase que se refiere seguramente a la política de guerra perpetua establecida por Obama, sin límites de espacio y tiempo, consistente en el asesinato selectivo de líderes y jefes del enemigo talibán por medio de drones, aspecto que lo escandalizó a sí mismo en un momento dado y trato de racionalizar, en 2012, por medio de una Guía de Contención (la PPG, Presidential Policy Guidance) cuando la prensa mundial todavía no se había ocupado del hecho (The Guardian, August 31 / 2021).
Entonces, el triunfo de los radicales talibanes fue una respuesta a la política terrorista, militarista e imperialista de Estados Unidos de Norteamérica, y su retiro de Afganistán, un reconocimiento empírico al fracaso de dicha política. Ahora, en momentos en que la China se yergue y asoma como la primera potencia mundial inminente, para los próximos años, los talibanes, en un acto provocador contra Occidente, inauguran en este año 2021, un Gobierno de casi solo religiosos y sin la presencia de una sola mujer, justo en medio de la exaltada protesta femenina de sus propias esposas e hijas, que al cabo de 20 años se acostumbraron a ser industriosas y activas como las modernas mujeres de todos los países desarrollados y no desarrollados, pobres y paupérrimos, o como lo eran ellas mismas antes de la existencia de los talibanes.
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