Por Mauricio Delgado | Argentina
Amarme nunca pudiste, sé que cielo y tierra moví para lograrlo.
Ahora ya te me fuiste y no puedo más que lamentarlo. El dolor es algo que corre por mi pecho, me quede desamparado, ya sin techo. La esperanza de ese abrazo que nunca llego, dolió y mucho. Pero la verdad cuando pegó, que nunca amaste a un hijo tuyo.
No te voy a mentir, mil veces soñé con este momento. De decirte lo que siento, y no puedo más que eso pedir. Poder al fin, abrirme ante vos. Decirte todo lo que nunca pude, que sentí que nunca te tuve. Que separados siempre estuvimos los dos.
No pedí consejos de vida, ni tampoco soluciones divinas
Solo un te quiero de tu vos cansina, aunque sea minutos antes de tu partida. Yo sé que es difícil lo que te pido, cuando de niño te educaron con esa escuela. Pero no quiero sentir que a este mundo fui escupido, sino que por mi pasaste la noche en vela.
Solo pido un padre que me quiera, y un abrazo que me atrape. Aunque jamás me escape, quería tu amor, no el de cualquiera. Hoy ya no estas, quitémonos las caretas. Tú ya no me retas ni me darás nunca una respuesta.
Así y todo mi viejo, quiero que sepas que no te odio. Y que sin ningún complejo, para mi seguís primero en el podio. Sé que diste todo lo que pudiste. Que el alma por mi vieja y mi te rompiste. Que nunca me falto nada de lo que me diste. Lo único que me duele, es que hoy te fuiste.
Me seco donde debería haber una lagrima, y sé que te escribo en rima. Pero lo único que me quedo de vos es siempre apuntar a la cima. No parar aunque el viento no esté a favor, aunque no haya nadie alrededor. Y por más que reine el temor, yo sé que me acompaña en mi interior.
Al final, gracias por tanto, querido
Aunque por algo te habrás ido, sin haber terminado este partido. Al final, nada más habría pedido.
Ahora confieso, que al verte en el cajón tieso. Lo único que me queda no es oro, ni un peso. Solo me queda el nunca haberte dado un beso. Y de esta lucha no salí ileso, jamás creí que no habría chance de verte ir sin un regreso.
Y ahora temo leer esto en voz alta, y escuchar como mi mente solo salta. Del odio al amor, del te extraño al mayor rencor. Del haber sido un hijo o un villano, lo único que sé es que, diosito, te me lo llevaste de las manos.
Hoy mi madre te llora, quédate tranquilo, jamás le contare de la otra señora. Jamás permitiría que tu orgullo se rompa, al que se atreva le rompo la trompa. Porque sí, tuviste tus errores. Todos en la vida tenemos pormenores. Pero que nadie se equivoque, de una voy al choque. Que si mal me hiciste, sin intención lo cometiste. Pero el resto, mi señor, una reverencia te debe. Vos fuiste emperador entre toda esta plebe. Y soy yo el que más te debe.
Te quiero, viejo.