Con el advenimiento de la modernidad, la mayoría de los puestos de trabajo quedaron más cerca de convertirse en una actividad sedentaria que en esa «agitación o movimiento». Esto se acrecentó mucho más a partir del año pasado, con el aumento del teletrabajo por la pandemia del COVID-19.
¿Qué consecuencias o riesgos para la salud contrae el sedentarismo?
Afecciones no transmisibles, como las enfermedades cardiovasculares (hipertensión, enfermedad coronaria, infarto de miocardio). Además, aumenta el riesgo de sufrir algunos tipos de cáncer, depresión, y mayores afecciones en mujeres a partir de la menopausia.
Al realizar una actividad física, aparte de evitar las amenazas mencionadas (algunas de las cuales son las principales causas de muerte a nivel mundial), obtenemos el premio de poder disfrutar años de vida con mayor calidad, tanto desde lo emocional como desde lo físico.
Puntualmente, lo que se logra es:
- una disminución de dolores musculares y articulares a nivel general;
- una disminución de afecciones o enfermedades;
- un mantenimiento de la masa muscular y la fuerza a nivel general;
- una mayor disponibilidad corporal y motriz (desde el poder disfrutar de salidas, caminatas y deportes hasta el simple hecho de disfrutar de jugar con nuestros hijos, nietos, o hacer las actividades de la vida diaria).
¿Qué debo hacer para evitar el sedentarismo?
Como mínimo, según la OMS, 150 minutos de actividad física moderada o 75 minutos de actividad física vigorosa. Aquí, lo que aconsejo es contactar profesionales idóneos (médicos y profesores de educación física) que nos indiquen qué actividad hacer según nuestra historia clínica y teniendo en cuenta nuestros intereses, necesidades y posibilidades.
A modo de anécdota
Como profesor, me he encontrado con numerosos casos de gente que comienza a realizar actividad física porque «los mandó el médico» o por motivos estéticos, y en muy pocos casos, debo admitir, por amor al ejercicio.
Al comenzar con una actividad, me han confesado pensamientos que comienzan a surgir como: «qué hago acá», «esto no es para mí», y con más ganas de conseguir resultados inmediatos que pensar en esa actividad como un hábito saludable y sostenible.
En muchos casos sucede que aquellos que continúan con ese hábito de ejercitarse regularmente comienzan a sentirse «con más energía» (en su mayoría, se puede explicar por la mejora de las capacidades, y otra gran parte, por la disminución de los kg de masa grasa que, inevitablemente, al movernos, le exigen más a nuestro sistema cardiorrespiratorio). Pero lo que más destacan es la disminución de los dolores a nivel general, los cuales recuerdan que alguna vez tuvieron cuando por algún motivo en particular dejan de realizar ejercicio físico y vuelven a aparecer.
