Por Tadeo Pettinari | Argentina
En Argentina /vemos y hemos visto/ millares de proyectos televisivos. Algunos han resultado indudables éxitos comerciales, y tantos otros – grandes fracasos. Pero, en líneas generales, es complejo –tanto por cuestiones técnicas como creativas- que un proyecto argentino SUPERE nuestras expectativas. Vivimos en la época de la confusión y la sobre-comunicación. Desde un monitor cualquiera, en cualquier lugar del mundo, podemos divisar cualquier película, cualquier serie, de cualquier director, de cualquier época, en cualquier idioma: Si tengo gratis y simple a Pasolini, Godard, Fellini, Almodóvar, Anderson, etc:
¿Por qué debería probar con lo nuevo?
La productora Underground suena fuerte cuando se trata de hablar de proyectos que lo han logrado. “Los exitosos Pells” fue un real furor. De repente, el noticiero, mundito aparentemente opaco, se volvía glamoroso, conocíamos de lleno a sus protagonistas: Algo así como la meta-televisión. Recuerdo haber visto el piloto de Los Pells y haberme quedado enamorado de lo estético, de la concepción de ese proyecto, del tono empleado y de un elenco perfectamente seleccionado. Una Carla Peterson que brillaba, de tan hermosa, y un recién descubierto Mike Amigorena, que se encargó ¡muy bien! de llevar el cuerpo teatral a la televisión. Underground repitió sucesos –algunos mejores que otros en creatividad, algunos mejores que otros en éxito- y hoy día, producen Historia de un clan: Meollo principal de este texto.
Para empezar y encuadrar, la historia de los Puccio es interesante. Existieron, sucedieron, secuestraron y mataron aquí, a media cuadra, a la vuelta de la esquina. No pasaron cien años, no pasaron doscientos años: Apenas unos treinta y pico han sido necesarios, y hoy, estamos listos para ver en escena semejante brutalidad con otros ojos: Argentina, más allá de cualquier cosa, es un país que está aprendiendo a reflexionar como sociedad.
Trapero lo intenta en el cine, y muy bien: Algo anclado a la historia original, con un tono cercano al documental de ficción, es un furor en cines y festivales, y ya es la candidata argentina para representarnos en los premios Oscar.
Pero Luis Ortega, -hermano de Sebastián, hijo de Palito- da un paso más allá. No solo toma la historia tremenda, se la apropia. Utiliza a los hechos verídicos como generadores de la sinopsis general. Le sirven. La sostienen. Pero enmarca a la historia en un mundo propio. Detrás de cada capítulo hay un alma sensible otorgando vida, alma, deseos oscuros y pensamientos: Se percibe un creador que lo da todo. Y esa es la principal tarea de un realizador.
El guión de Historia de un clan es maravilloso. Cuando vemos películas extranjeras, ciertas reflexiones y pensamientos son leídos en los subtítulos, que estilizan el pensamiento y entran / a la mente y al corazón / de otra manera. Cuando se trata del idioma propio esto es más complejo de generar. Pues bien: Los textos de Historia…// calan hondo. Generan reflexión humana. SON profundos. No coquetean con cierto nivel de pensamiento. Y están muy bien dichos y distribuidos. Se cuelan en la cotidianeidad: Un acierto.
El tratamiento de color es intenso pero efectivo. Le da personalidad. Y así, varias jugaditas osadas que podrían haber terminado muy mal, confluyen y generan vida. Expectativa. Juego y esplendor. Un paquete de varias películas de una hora que se aúnan desde el discurso, desde lo estético, y con ideología de la buena, de la humana. Un director que –evidentemente- ha sabido mamar muy buenas referencias cinematográficas.
La Roth, la chica Almodovar, brilla con luz propia. Madura, sensual, elegante. Una madre que ¡qué acertado detalle! Fuma a escondidas. Algo esconde, más allá del cigarrillo, algo más quisieran decir esos ojos. Y la –muy lograda- necesidad de pertenecer a cierto sector. Pertenecer, aparentar. Awada demuestra. Seco, recto, contundente. Un actor seguro es un deleite para el sentimiento, Awada asume el difícil rol de protagonista y lo lleva adelante con la mirada fija en el horizonte. SIN PREGUNTARSE SI ES ASÍ O NO ES ASÍ. –Logro de dirección-. Las niñas, las hijas, las mujeres, -las mártires más mártires de esta historia- Rita Pauls y Maria Soldi, hacen un trabajo sencillo pero tan dedicado. Chiquito pero tan fino. Tan acertado. Las miradas de Rita Pauls no necesitan de mayor desarrollo para ser sublimes. Esa chica tiene real talento. Y Darín, muy acompañado por el director, con energía laburante, genera momentos realmente acertados. Un joven Alex que –a pesar de ser exitoso- se ve atrapado de manera inevitable por un crudo mandato familiar: entregar para vivir. Entregar para sacar. Entregar para terminar matando. La culpa vs el ascenso económico y sus holguras.
A este brillante elenco principal se le suma, en primera instancia, un Tristán hermoso y sensible. En un tono diferente. Esa cara. Ese cuerpo. / Ese coronel habla sin hablar. Una Almeida que ya conocemos y que es –además- una gran actriz de teatro. Un Garzón entrañable y un novedoso y bien puesto Matías Mayer (parecidísimo a Pablo Martínez, el ex Teen Angel). La belleza de Justina Bustos no pasa desapercibida, ni la exótica sensualidad de Pablo Cedrón. Y como si todo esto fuese poco, pronto tendremos en pantalla lo que –sin dudas- será la frutilla del postre: Verónica Llinás.
Pero esto no es todo: La serie tiene además una excelente banda sonora, cuidada y nada previsible. Cool, moderna… y sensible. Aporta dinamismo y arte. Arte. El arte. Algo euro. Genera una realidad estilizada. Algo elegante. Con aires de *recuerdo*. Con aires de *todo esto va a acabar muy mal.* Como si se tratase de un bello cielo tormentoso. De un Magritte 2015.
A fin de cuentas, conjunción. Elementos varios que se aúnan y generan un TODO que logra el cometido de elevar a la audiencia. Talento, juventud, nuevas ideas y productores que las permiten. Una serie que inspira. Y ya lo ha dicho Peter Brook: Inspirar es primordial tarea del arte.
Todo esto va a acabar muy mal, señoras y señores, esto es así. Porque, /además de que conocemos el fin de la historia/, el director va acumulando una pequeña listita de flashbacks que así lo anticipan y engrosan el relato. Pero… lo interesante, en Historia de un clan, es el cómo. No tanto el qué, aunque el qué sea de sobra interesante. El cómo. El durante. Así como debiera ser la vida.