Por Joale Aristimuño | Venezuela
Como leen en mi biografía, soy eterno apasionado por la radio, y como han leído en mis artículos pasados, “la pasión” es algo que me acompaña, como la sombra y el café, como mi smartphone y mis tatuajes. No me siento cómodo cuando algo no me apasiona, tanto así, que me vuelvo intolerante a las “obligaciones” en el sentir de la palabra, pues lo que se obliga, no se ama.
Y hago énfasis en lo de “eterno apasionado por la radio” porque no aguanto despegarme tanto de ella, sin embargo he encontrado una nueva amiga, quizá un testigo de lo que debo callar, por cumplir legislaciones vigentes que apabullan las ideas locas, o verdades punzo penetrantes que habían encontrado un cómodo lugar en 140 caracteres, específicamente en mi cuenta de Twitter.
El crecimiento es casi tan involuntario y caudal como el agua de nuestro Churún Merú, preocupado estuve cuando las cualidades desarrolladas en la universidad y en prensa de acortar los textos y llevarlos a una – muchas veces – escasa frase que se apretujaba en un tweet y que luego mudé a un blog personal y que hoy comparto con todos ustedes.
Se me hace fácil ahora leer cientos de publicaciones al día, leer opiniones permite ampliar el criterio con el que se observan las cosas, además te empuja al suelo y te hace ver que no estás solo en el mundo, que hay gente que comparte y difiere de tus ideas y pensamientos; y que por el contrario te eleva en la dirección exacta al sentirte cómodo con algo, con alguien, con una situación e incluso con utopías.
Leía hace poco a Melina Gómez, una columnista argentina que reivindica a “los amos de las palabras”, dice ella, «“el escritor es esa especie de kamikaze que se expone al mundo para bombardearse. (O es un imbécil que a través de un romanticismo escueto pretende decir que su vida es una mierda y no dar tanta pena.)». Y cuánta razón en un argumento, basta con que el artículo se publique, para ser bombardeado por un montón de juicios, desde el que te juzga por “tirártela de poeta” hasta aquellos que comparten sus propias vivencias y las contrastan con la tuya. De ahí que la única autoproclamación que me hago es la de ser un “poeta de twitter” y un escritor de blogger”, no más.
Siguiendo a Melina, “hay que considerar que escribir no siempre equivale a ser escritor, retorcer palabras no te da el título”. Y además que compromiso ser llamado o autoproclamarse “escritor” la responsabilidad de tener por lo menos artículos reconocidos y admirados por las masas es tan pesada que prefiero seguir expresando ideas y compartirlas con amigos, e incluso con ustedes, que tenemos esta “relación” on line, fructífera, donde me nutro de ustedes y bueno, supongo que algo debo dejarles.
Escribo porque encontré en el teclado de la computadora (sí, no les mentiré y no intentaré causarles impresión diciéndoles que uso el papel para inmortalizar los sentimientos, después de todo ¿hay que ser ecológico, no?) un refugio para expresar lo que se atraviesa, sirve como terapia, como un blanco de dardos o como el gatillo que un arma, dependiendo el ánimo que tengas al momento de escribir.
Escribo porque seguro estoy de que alguien me lee, y no por el hecho de inflar el ego, sino porque las ideas están hechas para ser disfrutadas por alguien, escribo no sólo por lo que me pasa, sino por quien escucho y no sabe, ni quiere darle forma a sus expresiones, escribo porque es lanzarle palabras al viento que chocarán contra algunas malas caras, serán escuchadas por oídos exigentes, saboreadas por bocas muy sexys y admiradas por los ojos críticos que nos ayudan a crecer, »escribo, escribo sólo para no morirme«