Por Pía Roldán Viesti | Argentina
Cuando hablamos del “padre del psicoanálisis”, es importantemencionar que el elemento que nunca falta y atraviesa a la mayoría de sus trabajos e investigaciones es la afirmación de la existencia de un núcleo homosexual que es patrimonio de todos los seres humanos.
El hombre a medida que se desarrolla dentro de una cultura o civilización-se aleja cada vez más de lo instintivo para acercarsea una lógica en la que prima el “principio de placer”. Este principio –como su nombre lo indica-marcaría un movimiento constante hacia la consecución de aquello que nos da placer, lo cual es radicalmente opuesto a lo que ordenan los instintos. El instinto tiende a la conservación.
El placer tiende a la satisfacción
Es aquí donde aparece el deseo como algo conflictivo: deseamos conservar nuestro ser, identidad y pertenencia, pero al mismo tiempo deseamos satisfacernos de las maneras más paradójicas y hasta autodestructivas. Según Freud, el mayor de los conflictos radica en las fantasías homosexuales inherentes a nuestro desarrollo, y esto es debido a que nacemos con una falencia: necesitamos durante un largo tiempo de otros seres humanos que nos provean de cuidados, loque obliga a construir nuestra sexualidad “mezclando” lo inherente a nuestra genética humana con lo que aprendemos en nuestro encuentro con los “otros primordiales”. Es por este recorrido que nos iniciamos como bisexuales: durante nuestros primeros años recibiremos afectos y cuidados corporales de parte de hombres y mujeres, y es sólo mediant euna posterior elección de objeto sexual que nos orientaremos hacia la hétero, homo o bisexualidad.
Si es tan natura, ¿por qué es conflictiva la bisexualidad y la homosexualidad?
Sencillamente porque estamos atravesados por la cultura y ésta indica que la heterosexualidad es la norma. Lo cierto es que tanto el heterosexual tiene deseos reprimidos homosexuales con los que lucha día a día, como viceversa. La figura que no ha sido objeto de elección a la hora de definir la orientación sexual, debe ser desprendida dolorosamente de nuestro mundo de afectos, y para evitar convivir con este dolor, se reprimen todos los deseos relacionados con ese tipo de placer. De todas formas, el primer objeto sexual de todo ser humano es la madre, por lo que en los hombres, la elección heterosexual de objeto es muchísimo más predecible: no tienen que cambiar de objeto de amor. Las mujeres, en cambio, deben –según la norma social y para continuar la especie-abandonar ese objeto primordial que fue la mamá-mujer para aprender a dirigir su amor hacia el hombre. ¿Será por esto que las mujeres tienden a la bisexualidad en mayor medida que los hombres? Vayamos al caso puntual de las mujeres que podríamos llamar “histéricas”.
“Las mujeres son todas histéricas”
Es una frase tan habitual como la que afirma “los hombres son todos iguales”. Pero ¿qué hay de cierto en estas afirmaciones? ¿De qué hablamos cuando hablamos de “histeria”? En el lenguaje popular se tilda de histérica a la mujer que responde a un perfil egocéntrico, seductor, con una “cucharadita” de inocencia e infantilismo y que se regodea llamando la atención de los hombres. Pero esto no termina aquí… El “golpe final” -y lo que da sentido a este comportamiento-es el placer que encuentran posteriormente en ignorarlos, negar la concreción del acercamiento y hacerlos sentir despreciados. Se hacen desear, y esto es lo único a lo que parecen apuntar. El sólo hecho de ser deseadas las hace sentir colmadas, plenas y hermosas. Esto último se confirma cuando –si observamos detenidamente-la “histérica” se comporta de igual modo ante cualquiera que se ubica posición de “potencial deseante de sus encantos”, ya sea hombre, mujer, viejo, joven, responda a sus gustos personales o no. ¿Es esto un goce malicioso o responde a algo más? Según las investigaciones psicoanalíticas, en la histeria encontramos funciones psíquicas similares a las fantasías delirantes de los paranoicos; esto significa que las fantasías “toman” la personalidad de la “histérica” y que se arraigan estructurando su psiquismo. Estas fantasías son “fantasías de cumplimiento de deseo”(engendrados por la privación y la añoranza) que son reservados con vergüenza pero que afloran a través de estos comportamientos. Si nos detenemos un segundo… ¿De qué deseos estamos hablando? Se cae de maduro que hablamos de las fantasías de deseo homosexual. Se erigen como “síntomas” que acompañan a la persona a lo largo de su vida por ser estructurantes del psiquismo, síntoma como un compromiso entre dos pulsiones afectivas opuestas que siempre remiten a una fantasía inconsciente masculina y otra femenina (bisexual). Todos tenemos componentes de ambos sexos, todos nacemos bisexuales y somos capaces de gozar tanto de posiciones femeninas como de posiciones masculinas. Por lo tanto, podemos deducir que todo comportamiento histérico es un síntoma y que -al tratarse de una mezcla entre dos fantasías sexuales opuestas-este mismo corresponde siempre a un deseo homosexual (que es el que más comúnmente se reprime).