Por Joale Aristimuño | Venezuela.
Tengo amigos contadores, ingenieros, diseñadores, publicistas, psicólogos, abogados y periodistas, con largas jornadas laborales y con la misma emoción que yo cuando llega el viernes. Y no porque estemos ansiosos de olvidarnos por dos días de la rutina laboral, sino por reunirnos para contarnos nuestras experiencias de la semana en lo que amamos profundamente.
He leído un par de frases cliché pero que no dejan de tener la razón, recientemente veía mi feed de instagram y me encontré con una de ellas, “Hazlo con amor o cambia de profesión”, confieso que duré más de dos minutos leyendo la frase una y otra vez ¡Y cuánta razón! ¿Qué será de la vida de los “panas” que tras el deseo impropio de los padres cursaron estudios universitarios, sólo para darle el título a papá y mamá? Y de ahí es donde viene la respuesta a muchas cosas, tantos “servidores públicos” con mal genio, tantas paredes caídas por desconocer de la albañilería, tanta fuga de dinero por mala administración, tanta desinformación por periodistas queriendo ser artistas, incluso ¡tanta maldad por no conocer la felicidad!
¡Y no se imaginan la satisfacción que da, enamorarse todos los días de lo que hacemos! Y para mí, ahí está la clave; respetando las necesidades de cada individuo, tras la frase “El hambre no conoce de pasiones” que escuché en la cola de un banco cuando comentaba acerca del mal genio del cajero y dije, “Sino le gusta su trabajo, ¿para que lo hace?” y respóndanme ustedes, ¿para que lo hace?
¿Otra frase cliché? “El mundo necesita gente que ame lo que hace” otra vez volví a darle la razón a los poetas –como yo- de Redes Sociales. Levantarme todos los días (aunque me cueste abrir los ojos muy temprano) con la misma emoción de aquel 3 de Agosto de 2006 cuando me disponía a ir a mi primer día de clases en la Universidad Yacambú en el estado Lara, Venezuela del cual soy egresado, es lo que, sin duda alguna, me sostiene. ¡No se me quiten las ganas de trabajar en lo que trabajo! Valga la redundancia.
Y aunque siempre le repito a las personas con las que convivo, incluso a mis alumnos, “No soy el mejor ejemplo” y escribo no para decirte “como debes hacer las cosas” porque confieso que ni a mí me gusta que me lo digan, escribo para explicar las razones por las cuales me enamoro cada día de mi trabajo.
“Haz lo que amas, ama lo que haces”
No importa si llueve, si tuve una mala noche, incluso una mala racha en la semana, los lunes salgo de mi casa con las mismas ganas de trabajar, sí, con la misma emoción que siento cuando llega el viernes para descansar.
Hablo con mis amigos y aunque con términos distintos, me doy cuenta que cada uno de nosotros disfruta en demasía lo que hace, escuchar a los ingenieros hablar de servidores, antenas y software, al psicólogo de neurociencia y reflexiones, escuchar parte de las conversaciones del contador con sus clientes, y ver las ideas más geniales de los publicistas y diseñadores, sólo me da a pensar que cuando llega el viernes con el cansancio propio de una rutina, recordar cuanto disfrutamos de nuestro trabajo es lo que nos recarga los ánimos para definir eso que llaman “Pasión”.
Tras discusiones y peleas, triunfos y derrotas, disfrutamos cada paso en nuestro trabajo, entonces, ante tanto que vivir, ¡La pasión te sostiene, pero también te define!
“El entusiasmo que ponemos en la tarea es el sello imborrable del resultado. Nuestros talentos están grabados en la misma naturaleza. La pasión convierte al propósito en una cuestión de vida o muerte” Anónimo.
¿Amas lo que haces? Cuéntame acá debajo de tu experiencia, quizá podamos construir una segunda edición de este artículo, no sólo con mis cuentos, sino con los tuyos.