En esta oportunidad me toca hablar de Emily in Paris, creada por Darren Star, a quien ya conocemos por producciones como Sex and the City. Ocho capítulos de puro cliché y citas de cultura pop (si tenés más de 30 años no vas a entender ni una referencia). A veces no comprendo cómo teniendo tantos recursos y alcance se puede hacer una producción tan mala.
La oportunidad de filmar en la ciudad de París y con un cast tan amplio te abre tantas posibilidades que no podemos creer cómo no las utilizaron, de hecho, solo vemos la torre Eiffel de diferentes ángulos y constantes críticas al prototipo de francés maleducado.
Así y todo, vi la serie dos veces y. cada mísero minuto deseé ser Emily en París.
En esta comedia romántica vamos a ver cómo nuestra protagonista (interpretada por Lily Collins) consigue una oportunidad laboral para trabajar en ni más ni menos que París, donde se enamora. Junto a ella, vamos a atravesar un mar de problemas de niña blanca y rica. Y en el medio de todo esto, Emily nos lleva a un gran recorrido de referencias de Gossip Girl, Alicia en el país de las maravillas, Friends y más.
En conclusión, Emily in Paris es una comedia romántica (o, más bien, un cliché), que constantemente le da con un palo a los franceses porque aparentemente todos son unos maleducados. Después es ella peleando por conseguir que la aprueben en su trabajo y en una contradicción permanente de estar con su vecino o ser amiga de la novia, y, de hecho, cuando termina la temporada, sigue sin decidirse.
Uno se imaginaría que con una producción en París que en varios momentos gira en torno al mundo de la moda podría dejarnos algo, pero eso tampoco pasa. Con todos los recursos que se podrían haber aprovechado, a mí esta serie no me aportó absolutamente nada. Una producción que promete feminismo, amor, sexo y moda, pero que no termina aportando nada al 100 %; todo superficial, conceptos de plástico. Con Patricia Field como diseñadora de vestuario y la icónica ciudad de París, esperaríamos mucho más de la estética de la producción, nuevamente, otra decepción, nada nuevo.
Ahora, si me lo permiten, como soy humana y tengo mis contradicciones, no quiero mentir ni ser hipócrita; disfruté ver Emily in Paris. Si el objetivo de la producción era hacer una serie de plástico adictiva, lo lograron, porque, si bien sabemos que es un desastre, no podemos parar de verla.
Si te gusta el tipo de películas como El «stand» de los besos, A todos los chicos, etc., te recomiendo que veas Emily in Paris, si no, no. Ni siquiera se acerca al modelo cliché de los 90. Nos venden la idea de algo pasional y romántico donde todo termina siendo súper frívolo.
La ironía de disfrutar ver algo tan malo nos representa como humanos, así que aceptemos que todos queremos ser Emily y tener de vecino a Lucas Bravo. Esperemos que la segunda temporada nos sorprenda. Y vos ¿ya viste Emily in Paris? ¡Contanos!
Crédito de las imágenes: Netflix