La ortografía, la gramática y el estilo son algunas de las herramientas que definen la escritura. Utilizarlas de manera eficaz clarifica los conceptos y hace más transparente la comunicación interpersonal e institucional. En consecuencia, un texto con errores ortográficos o sintácticos limitará la eficacia del mensaje que se pretenda transmitir y repercutirá negativamente en la imagen de la persona o institución que lo haya producido.
Ahora bien, nos guste o no, un porcentaje significativo de la comunicación escrita ha migrado hacia medios digitales o electrónicos. Es por eso por lo que los usuarios de estos medios deberán prestarle mucha atención a su escritura, ya que —contrariamente a lo que se piensa— los textos concebidos para el universo 2.0 también tienen que ser de calidad.
En efecto, vivimos en una época en la que, con el auge de las TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación), la imagen personal o institucional depende en gran medida del acto comunicativo. Este hecho, como es de suponer, ha logrado que el cuidado del lenguaje ya no sea exclusivamente un asunto de editores, filólogos y correctores de estilo, sino una preocupación general de cualquier profesional, empresa u organización.
Tanto la generación de contenidos web como la participación en redes sociales son prácticas que tanto un individuo como una empresa deben llevar a cabo si quieren ser en verdad competitivos; por lo tanto, producir contenidos de calidad contribuirá a posicionarlos como referentes en el mercado y atraerá nuevos clientes. Algo similar ocurre con las instituciones sin fines de lucro, más allá de que sus objetivos, por definición, sean distintos. En contraste, descuidar la escritura de los contenidos web puede representar la pérdida de prestigio de la entidad que los publica o, incluso, el rotundo fracaso de un negocio.
Pese a lo incuestionable de estas premisas, la gran mayoría de los textos que circulan por la Web presentan incorrecciones de todo tipo. Si esto sucede es porque todavía hay personas que no se dieron cuenta de la importancia de la escritura en la comunicación digital y, por consiguiente, consideran que pueden prescindir de los servicios de un corrector de textos o de un redactor de contenidos. Pero estimo que tarde o temprano tendrán que cambiar de parecer, pues, como el mismísimo mercado lo demuestra, la buena escritura es un activo invaluable en estos días.
