La genialidad de Leonardo da Vinci se demuestra en su pintura más famosa: La Gioconda. Su habilidad en la observación y el conocimiento sobre anatomía contribuyeron enormemente a su concreción.
En 1503, Leonardo aceptó el pedido para pintar por encargo a Lisa Gherardini, esposa de un acaudalado banquero napolitano Francesco del Giocondo. La modelo fue más tarde conocida como Mona Lisa, ya que Mona es el diminutivo de Madonna. El artista demoró cuatro años en terminar su obra, aunque para él permanecía inacabada. Nunca se la entregó al contratante y permaneció a su lado hasta su muerte. La pintura resulta impactante ya que parece tener vida propia.
Sus medidas son 77 por 53 cm. La relación entre el fondo y la imagen da la sensación de aproximar a la mujer al observador. Según algunos especialistas, el fondo está inspirado en el valle de Arno, y el paisaje hace pensar en los estudios geológicos de Leonardo: las montañas se encuentran recortadas con bordes difusos, como si se tratara de un ambiente rocoso en el origen de la Tierra. Un camino sinuoso asoma a la izquierda y el lecho de un río, a la derecha.
El Sfumato
La luz del fondo es suave, mientras que el rostro se encuentra iluminado de frente. El artista le dio a La Gioconda una capacidad expresiva. Su mirada parece seguirnos siempre, aunque nos desplacemos de un lado al otro de la obra. Leonardo desarrolló una técnica propia de pintura, el “sfumato”: la pintura no tiene líneas como las de un boceto, sino que la vista distingue una superficie de la otra en forma suave y casi imperceptible.
El óleo del artista es mezclado suavemente hasta generar esa sensación o imagen que se percibe mejor a cierta distancia, dando la impresión de que los colores se funden entre sí, sin líneas demarcatorias que separen las superficies, en un continuo.
La Sonrisa Enigmática
Es una sonrisa tenue que apenas se percibe y es especial. Esta es interpretada desde varias vertientes diferentes. En el ámbito de la neurobiología, se analiza la boca de la Gioconda que se proyecta sobre el área central de la retina o fóvea. Es posible que no se perciba claramente la sonrisa.
Debe enfocarse la mirada en un punto entre los dos ojos, en el entrecejo; sin sacar la mirada de ese punto, se debe concentrar la visión periférica en la boca de la Mona Lisa. Si se concentra lo suficiente sin sacar la mirada central sobre el entrecejo, se podrá ver que la sonrisa se hace más distinguible al percibir con más claridad el juego entre las luces y sombras que Leonardo plasmó en ella.
Esta obra de arte tiene más misterios para revelar. Lo que podemos disfrutar es el efecto de tridimensionalidad, una innovación extraordinaria para esa época. Implementada por un artista tan genial que La Gioconda recuerda ante cada espectador. ¿Te ocurre lo mismo?