Según las tradiciones griegas, para organizar la vida social en las polis o ciudades, conocerse a sí mismo, crear la sabiduría y el conocimiento o tomar decisiones, fue necesario desarrollar, entre los hombres discursivos, una cultura centrada en el diálogo, en la búsqueda de acuerdos y en el desarrollo del entendimiento o la razón, término tomado del latín ratio o rationis, que significa cálculo. Estos diálogos, discusiones y análisis se desarrollaban por medio de la argumentación en sitios como el ἀγορά o plaza. Así consideraron los filósofos griegos que se podía encontrar la verdad del mundo, esto es, el des-encubrimiento del ser de las cosas, o αλήθεια.
En la mitología griega, Atenea representaba la diosa de la razón, la inteligencia divina o θεόνοα, las artes, el buen pensar, la literatura, los saberes y el conocimiento. Fue identificada, tal vez desde épocas muy remotas, con la lechuza que ve en la oscuridad de la noche. Según algunas versiones, fue una diosa virgen o παρθένος, tal como María, madre de Cristo, aunque en otras versiones, también como María, habría tenido un hijo llamado Erictonio, que significa hijo de la tierra, pues nació de la unión de efluvios y esencias caídos de Atenea, mezclados con los de Hefesto en la madre Tierra, que los unió y gestó de ellos un bebé.
La razón buscada por el hombre griego se define según el Glosario de filosofía, como «la capacidad humana para alcanzar el conocimiento discursivamente, partiendo de premisas para llegar a alguna conclusión o conclusiones. Así la razón, que se asimila, a “diànoia” o conocimiento discursivo, se opone a “nous”, el conocimiento intuitivo o “intellectus“, en latín, según los filósofos Kant, Hegel y la escuela de Frankfurt».
De esta manera se inició la filosofía occidental en Grecia, el amor a la sabiduría, con los pensadores, investigadores y razonadores: Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes y Heráclito, en tierras jónicas; Parménides, en la Magna Grecia, simultáneamente y por la misma. época, siglos VI a V a. C, con los maestros Confucio y Lao Tse, en la China, estableciendo un puente entre las interpretaciones míticas y el logos o lógica.
Entonces, el conocimiento se convierte en un proceso que se continúa permanentemente, tratando de alcanzar una verdad absoluta, en la que coincida el sujeto cognoscente y razonable con el objeto por conocer. Modernamente, se habla, en palabras de Heisenberg, de la constante incertidumbre del conocer.
Así, la búsqueda del conocimiento y la razón se fundamenta en la lógica y en la observación del mundo como hecho empírico: en las ciencias naturales, desde el Renacimiento y la Ilustración o Aufklärung en Occidente, y en los campos de la filosofía, con David Hume (1711-1776), quien afirma radicalmente que «todo conocimiento proviene de la experiencia» y que debe ser inferido mediante el método inductivo, lo cual, a su vez, es confrontado por Immanuel Kant (1724-1804), en su obra Kritik der reinen Vernunft o Crítica de la razón pura, obra en la que afirmaba que para el hombre existe un afuera de él, que es el mundo, y un adentro, que es la conciencia, la cual solo conoce el testimonio de sus sentidos que capta en el mundo por observación.
Kant afirma, como un hecho nuevo, que el testimonio de los sentidos se produce en la conciencia del hombre mediante la categoría del espacio, por medio de intuiciones empíricas o percepciones que, como sensaciones, proceden del mundo externo o interno y, en la conciencia, mediante juicios sintéticos a priori realizados en la mente con la categoría del tiempo, lo que le da a las sensaciones transmitidas desde los sentidos una condición fenoménica y, con ello, se elabora el pensamiento o saber epistémico. Según Heidegger, se les da el sentido de Ser.
Pero el Ser en sí de las cosas, la esencia, el Noumen o Nous de los griegos, no se puede captar, y permanece en el exterior de la conciencia humana. Este aporte de Kant fue considerado como una revolución copernicana en el conocimiento. El filósofo Hegel fue expedito y relativista al afirmar que «la verdad de las cosas es solo una clase de error sin el cual los hombres no pueden vivir».
Para Kant, la expresión del conocimiento como ciencia y «razón, stricto sensu, […] es una actividad que hace silogismos, […] combinando juicios para obtener conclusiones. Estas son deductivas o descendentes, con premisas mayor y menor, o inductivas y ascendentes desde la conclusión hasta la premisa mayor o general, para luego buscar de nuevo la conclusión» (Immanuel Kant, Crítica de la razón pura, estudio introductorio de Francisco Larroyo, México, Porrúa, 2003, pág. XLIV).
Para desarrollar los diferentes silogismos y discursos de las ciencias, Kant considera que la mente humana posee aspectos apriorísticos y principios categoriales que modulan el conocimiento científico a partir del estudio de las ciencias matemáticas, la geometría y la física. Estos son algunos de ellos:
- Regularidad: se supone que los fenómenos observados se presentan sistemática y periódicamente concatenados.
- Inteligibilidad: la naturaleza se supone cognoscible y se puede analizar, explicar, relacionar, modelar como un sistema y predecir, pero siempre será una entelequia humana que es transitoria y que se debe adecuar permanentemente.
- Identidad: que establece que un concepto es igual a sí mismo (A es A).
- Contradicción: que afirma que los conceptos no pueden ser iguales a su contrario (A no es -A).
- Tercero excluido: que dice que los conceptos no pueden ser y no ser a la vez.
Así, la razón parte de principios a priori, sean definidos por la fe o las creencias, sean producto de la experiencia y de prácticas anteriores, permitiendo que en la conciencia de los científicos y en sus discusiones se construya el saber modulado por las categorías del espacio y el tiempo que, según Kant, son a priori o situaciones psicológicas que se hallan en la mente humana. Antes de estos hechos, ya los estoicos afirmaban que el mundo es racional y regido por una Ley Natural emanada de Dios, que es el rector del mundo.
En lo empírico de la realidad del orbe se constata que el conocimiento es transitorio y los paradigmas explicativos o modelos realizados por los científicos son momentáneos y variables, según los métodos e instrumentos de observación y planos de referencia utilizados, estando sus análisis, cálculos y conclusiones de acuerdo con la dialéctica de la historia en su desarrollo, según las necesidades presentadas y los condicionamientos económicos, sociales y políticos vigentes en cada época y lugares, hasta finalmente ser remplazados por nuevos paradigmas, cuando los anteriores presentan incoherencias y fallas.
Modernamente, como en Grecia, en un momento dado la razón fue considerada también una diosa para conseguir y asegurar la verdad y la libertad de la humanidad, protegiéndola de injusticias y dogmatismos. Sucedió en la época de «El Terror» de la Revolución francesa (1793 a 1795), y uno de sus sumos sacerdotes, en París, fue el filósofo y político del movimiento hebertista Antoine-François Momoro, quien fue finalmente sacrificado bajo el culto de la guillotina.
Imagen: El combate de Marte contra Minerva, de Jacques-Louis David (1771).