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Es inútil extender tus manos,
pues ni siquiera ven ellos tus ojos;
te lanzan gestos indiferentes.
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Tú deambulas por las calles
haciendo de ti luz
cuando es todo oscuridad.
Aun así, te reducen a “loco”, “resquicio”, “chiflada”, “mendiga”, “subser”…
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Es inútil extender tus manos,
pues ni siquiera ven ellos tu pasado;
están apurados venciendo victorias disolubles, conquistando nadas.
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¿Serán ellos mismos los fuertes? Cuando eres tú quien atraviesa las estaciones
y entiendes de floreado, de calor,
de hojas que caen y árboles que reviven
y de frío.
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Y justo revolcando estómagos en sus basuras, puerta a puerta
descubristes que están ellos tan sin techo cuanto tú,
vagando en vías tan turbias cuanto tú.
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Desde las ventanas de sus encuadramientos
ven ellos, vez que otra, fragmentos de sol y luna;
mientras que para compensarte la invisibilidad, el no-techo,
el Sol nace
y tú lo notas.
Luego él brinda a tu existencia
irradiando a todo lo que tu visión dignifica,
así como también te saluda la Luna adornándose de estrellas;
simplemente, porque tú sí, existes.
los que me empujaron hasta allí.
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