¿Alguna vez, en los medios periodísticos han oído que se hable de guarismos sobre el estado anímico de las sociedades?
En mis cincuenta largos años de vida, no escuché decir, por ejemplo, España, este mes, registró un aumento de casi dos puntos en su índice de alegría o en Argentina, la felicidad, superó al riesgo país. Acá me detengo para hacer algunas disquisiciones. Las sociedades parecerían no tener sensibilidad, a pesar de estar conformada por seres vivos, con capacidades afectivas. Sinembargo, el caso contrario a una inexistente métrica social de la felicidad es ese indicador, que muchos estarán cansados de escuchar: notamos un menor consumo con respecto al año pasado, la Argentina está más deprimida y aclaran en: términos económicos. Les pido me permitan otro paréntesis porque la liviandad con que se juega con las palabras daña. Lo digo por el ejemplo que puse, ¿acaso es posible, en algún lugar de este globo terráqueo, que seamos más felices, cuando económicamente estamos deprimidos? Se aplica ese refrán que dice la plata no hace la felicidad, pero ayuda. En cuanto a los falsos envoltorios, aludo a que esa tan mentada depresión económica y que con ese nombre se bautizó la crisis de 1929 “La gran depresión del ‘30”, ocultan las palabras justas y reales, para evitar el efecto negativo en el individuo, porque la actitud normal, en la crisis, es bajar los brazos.
Depresión económica hablando en criollo, significa un peor bienestar económico, define el grado de empobrecimiento y más grave aún, por los que llevan la cinta métrica, como paradigma para vivir, se hacen comparaciones; del tenor: en vez de tres autos, este año se vendió uno o si el poder adquisitivo no permite ir a cenar en los lugares vacacionales comparando con el año anterior. Como los números, aburren y confunden a la gente, nunca se analiza, las cifras, con la misma situación, hace tres o cinco o diez años atrás, porque tendríamos la opción de descubrir que la economía es cíclica y hubo períodos de bonanza y otros peores a hoy. Pero según los que más saben de índices, el año pasado como dijo Serrat,“fue un gran año, plantéatelo así”.
A esta casta de especialistas en mediciones socioeconómicas, olvidan medir si el consumo de leche disminuyó y traerá desnutrición infantil, o si por el precio del transporte hay menos niños que acceden a la educación o si un jubilado se muere por falta de insumos en hospitales.
Volviendo al eje central, la resiliencia, esa capacidad interior para luchar y hacer frente a las adversidades, creí la necesidad de escribir para analizar si es una cualidad exclusiva de los individuos y no aplica a las sociedades.
La fuente de inspiración para compartir estas líneas, fue la nota editorial, firmada por Carlos Rottemberg, publicado en enero 2019, en un diario de espectáculos que distribuye el complejo Multiteatro, donde el título era “Contracorriente”. En su desarrollo, Carlos decía: “que este Guarismos de la Resiliencia en el arte 2019, los guarismos de los balances económicos vienen en declive y manifestaba su preocupación por que obviamente afecta al ámbito teatral”.
Tomando este pie, les comento en los dos primeros meses del corriente año, me llamó la atención la cantidad de obras que se ofrecieron exclusivamente del género comedia: historias amables, tal vez, con la intención de aliviar la pesadez del verano y creo que hay evidencias que la resiliencia teatral, intentó desembarcar en la city porteña y costa de la provincia de Buenos Aires.
Carezco del conocimiento para animarme a decir si la resiliencia es una respuesta a las necesidades de supervivencia de las personas humanas.
Pero así como hablamos de sociedades, donde la tasa de suicidios son altas y si decrecen, esa novedad no es noticia, ni tampoco se los incluye, a los países con estos problemas, como sociedades enfermas sino todo el peso cae en el individuo que vive en esos países, sí me permito aseverar que la resiliencia, colectiva o individualmente, es un arte. Mi consejo es: si sobran algunas monedillas después de campear los vientos de la depresión económica, traten de ser felices, con un menú de obras teatrales y/o cine, de buen nivel, porque alivianar la mochila del alma, nos ayuda a transitar en la convivencia social y nos hará más fuertes cuando hay que patear las piedras para abrirse paso.