“Si realmente quieres hacer algo, encontrarás la manera;
si no, encontrarás una excusa.”
Jim Rohn
Cada día las personas se proponen retos y desafíos que los motivan a la concreción y cumplimiento de sus sueños en los diferentes ámbitos de su vida, organizan su agenda, escriben listas de tareas y hasta visualizan todos los pendientes; pero ¿qué sucede cuando al final del día y realizar el check in, a veces no se concreta ni la mitad de lo planeado?
Sentimientos de frustración, apatía y hasta desánimo, surgen detrás de este mal hábito llamado procrastinación. Del latín, pro, adelante y crastinus, referente al futuro, se refiere a la acción o hábito de postergar actividades importantes. Desde acciones que comprenden pequeñas actividades como lo es hacer algunas compras, hasta otras más complejas y urgentes que implican el cumplimiento de una tarea laboral, visita al médico, familiar o incluso a algún amigo, se meten en el mismo saco de este fenómeno.
Descubrir los saboteadores
Cuando la procrastinación se convierte en una forma habitual de vida puede generar hasta síntomas y profundas depresiones, así como también stress, baja autoestima y hasta pérdida de sentido y orientación, por ello es muy importante descubrir los mecanismos o saboteadores recurrentes con el fin de desbloquearlos.
Verlo de manera trivial:
“Mañana será otro día, hay que dejarse fluir, el tiempo de Dios es perfecto”, son algunas de las frases que justifican de manera trivial el tiempo que irremediablemente no se ha podido aprovechar.
La negación: fingir que realmente se está postergando, adjudicando más bien el hecho de estar haciendo otra cosa de mayor relevancia.
Los miedos ocultos: El miedo al fracaso, a sentirse incapaz de cambiar, entre otros, pueden ser algunas de los ruidos de fondo en este proceso.
La baja autoestima: la falta de confianza y fe en sí mismos genera apatía y desmotivación, limitando siempre a replantearse o proponerse nuevas tareas y retos.
Posibles pasos para la solución
- Registrar de manera consciente si se avanza o no. Una idea que puede ayudar es escribir en una hoja de 3 columnas, en la primera columna ha de escribirse las tareas planeadas, en la segunda, el por qué no fue realizada y en la tercera columna una premiación por haberla logrado. En la revisión final de cierta jornada semanal, quincenal, mensual, servirá para mirar globalmente los logros, así como determinar las fugas de energía que sabotearon el proceso.
- Enfocarse: Mantenerse centrado en lo bien que se sentirá al lograr lo que se desea es un ejercicio motivante, es bueno relajarse y definir metas a cortos plazos que sean más fáciles o factibles.
- Plantearse hábitos y rutinas: El cerebro responde muy bien a la repetición, de manera que acciones cotidianas que se realicen con frecuencia van de la mano del éxito. Escribir listas y colocarlas en lugares visibles que capten la atención puede ser de gran ayuda.
- Liberarse del perfeccionismo: Es preferible iniciar e ir corrigiendo después, pero soñar con que quede perfecto sin haber arrancado una tarea u objetivo, es una gran limitación. Comenzar y actuar ya permite que la energía fluya con mayor rapidez, es importante al inicio soltar los detalles, luego si se puede invertir tiempo a correcciones.
Stephen King dijo alguna vez: “los aficionados se sientan y esperan a que les llegue la inspiración; el resto de nosotros, simplemente nos levantamos y vamos a trabajar”. Ahora es el momento de lograr los sueños más anhelados, la oportunidad de realizarlos solo depende de la gran fuerza de voluntad.