Quienes trabajamos en estudios de danza vemos día a día a madres y padres llevar encantados a sus hijas a las clases, muchas veces quedándose la hora entera para registrar hasta el más ínfimo avance con el celular y compartirlo en sus redes sociales. Pagan matrícula, cuotas, compran zapatillas de media punta y pollerines, y les entusiasma la muestra de fin de año donde pueden apreciar los frutos de su inversión.
Muy diferente es la escena cuando es el hijo varón el que dice: «Yo también quiero bailar». Las respuestas instantáneas suelen ir desde una mirada incómoda a un tajante: «Eso es para nenas». La danza «es para nenas» porque a las mujeres se les suelen buscar actividades que contribuyan a desarrollar su feminidad y delicadeza, y si bien es verdad que cada vez más chicas practican fútbol o artes marciales, en el caso de los varones el universo de opciones sigue siendo más acotado. Muchos no pueden dedicar su tiempo libre a las actividades que realmente quisieran porque sus papás no los dejan; muchos desisten de sus clases de danza, canto o comedia musical porque sufren burlas demasiado crueles en el colegio —entre estas, el siempre latente estigma de la homosexualidad/feminidad sobre los hombres artistas—, y, cuando algunos pocos que lo logran descubren que son virtuosos y comienzan a considerar hacer de la danza su profesión, les cae encima una segunda barrera de prejuicios que a una edad temprana y en plena conformación del carácter suelen calar bien hondo: «El baile está bien como hobby, pero no es una carrera de verdad», «Estás perdiendo el tiempo» o «No se puede vivir de eso».
El error, arrastrado durante mucho tiempo, es el de asignar actividades específicas a géneros específicos. Desde chicos se nos muestran esas distinciones claras de deportes o actividades artísticas «para nenes» o «para nenas» que nos dividen y nos separan, y que siguen un criterio binario y sexista que perpetúa estereotipos de género cada vez menos acordes a los tiempos en que vivimos.
Resulta curioso que la danza no siempre fue considerada una actividad femenina. De hecho, al indagar sobre la relación danza/género masculino encontramos que en los albores de la danza profesional esta fue una actividad principalmente masculina. Tras surgir el ballet de corte, la mujer desapareció totalmente de este arte escénico, sólo los hombres tenían acceso, y los papeles femeninos los interpretaban varones travestidos. No es casual que no exista ningún gran ballet que haya sido coreografiado por una mujer.
El «cambio de género» de la danza se dio con el surgimiento de estilos más «libres», como el moderno y el contemporáneo, que ya no implican pasos tan solemnes ni técnicas tan rígidas. Este enfoque más informal de la danza, donde la expresión tomó protagonismo, dio cabida a la mujer como bailarina y creadora, poniendo en escena a figuras como Isadora Duncan, creadora de la danza moderna, quien impactó con su propuesta de libertad y expresión personal. Ese parece ser el momento histórico en el que la danza pasó de ser una actividad masculina a una femenina, yendo de un extremo al otro.
Ahora las cosas están cambiando. Se trata de algo paulatino pero innegable, que tiene que ver con un cambio de perspectiva y con el entendimiento de que la danza no es una actividad femenina o masculina, sino una actividad humana. Las escuelas, los coreógrafos, los docentes y los mismos bailarines son el motor del cambio: ellos están desarrollando nuevos estilos de danza que no mantienen los estereotipos femeninos/masculinos, sino que, por el contrario, juegan con el concepto de género (hombres que bailan con tacos altos, mujeres que realizan peligrosas acrobacias). La danza misma ya no es un instrumento para la transmisión de los valores dominantes, sino un instrumento de reflexión y crítica sobre estos. El hashtag que acompaña este movimiento de liberación es #boysdancetoo.
Está en el resto de la sociedad, sobre todo en padres y madres, el abandonar los prejuicios de que una actividad pertenece a un sexo. Evolucionar en cuestiones de género significa dejar de intimidar en este tema y empezar a entender que la danza es una actividad física tan valiosa para los hombres como para las mujeres, en la que se trabaja fuerza, resistencia, equilibrio y coordinación. Es dar a los niños la libertad de elegir y apoyar la decisión. Es, en definitiva, un futuro con más nenas en la cancha de fútbol y más nenes en el estudio de danza.
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