El sol sale lentamente, y la habitación comienza a llenarse de luz, una luz tenue, en tonos naranja. El silencio ensordecedor que había, de a poco, va siendo suplantado por murmullos, un auto que se escucha a lo lejos y, de repente, un bocinazo. Lucho contra todo eso y sigo ahí, arropado hasta la frente, queriendo volver a dormir, no recuerdo si algo soñaba, de seguro sí, pero no suelo recordar los sueños, así que de qué me sirve el esfuerzo. Me muevo de un lado para el otro, mi mascota (Matilda) siente mi actividad en la habitación y viene corriendo, salta sobre la cama, y 3,2,1… abro los ojos y es lunes.
Para todos, es lunes, ese día de la semana al que muchos le temen, ya sea porque hay un reto que superar, ya sea simplemente porque Garfield los influenció mucho en su niñez (porque Garfield odia los lunes). Pero es lunes, y estamos ahí tendidos, seguramente con el móvil en la mano, mirando en principio WhatsApp, seguido por Instagram, un paseo por Tik Tok que no viene nada mal, y, ya que estamos, sumamos unos minutos a Twitter y quién sabe a qué otra App que nos interese. Sin darnos cuenta, en eso ya se nos fueron los primeros 20 o 30 minutos del día, y si bien lo disfrutamos, en un pestañeo, somos conscientes de la hora, y sentimos una sobredosis de cortisol que nos alerta y dispara de la cama a las corridas: «Hay que comenzar el día». Y así, todas las mañanas de esa semana y de las que vienen.
Lo curioso de todo esto es que, cuando arrancó el año, fuimos parte de los millones de personas que hicieron una lista de propósitos, propósitos que, por lo general, jamás llegamos a cumplir pero que, aun así, cuando comenzamos el semestre en la universidad, un nuevo empleo, volvemos de vacaciones o cuando tuvimos una noche de excesos reaparecen, como si se tratara de un impulso eléctrico que nos dice: «Aquí estoy y te recuerdo que ¡tienes que hacer cambios en tu vida!».
Somos el resultado de nuestros hábitos: el piloto automático
Absolutamente todo lo que pensamos y hacemos fue configurado por la repetición de nuestros hábitos. Esos hábitos se instalaron profundamente en nosotros, logrando que eso que hacemos lo hagamos por instinto, es decir, sin detenernos a pensar en la acción, porque ya es parte de nosotros. ¿Cómo ocurrió? Por esa palabra clave de la línea anterior: repetición. Entonces, un hábito es lo que hacemos en piloto automático.
El autor Stephen R. Covey lo confirma. Él escribió en Los siete hábitos de las personas altamente efectivas (un bestseller en su momento) que los hábitos son la intersección entre conocimiento, capacidad y deseo. El autor nos dice que los hábitos resultan configuraciones que almacenamos en el ganglio basal de nuestro cerebro, para que ejecutemos acciones en automático, sin que tengamos que pensar demasiado; y así, permitirle al córtex prefrontal enfocarse mejor en la toma de decisiones que necesiten mayor análisis y atención.
Pero hay buenos hábitos y malos hábitos, y para poder responder si tengo buenos hábitos, debo preguntarme si mi calidad de vida actual es el reflejo directo de esos hábitos diarios. ¿Recuerdas la escena del inicio de este artículo? Una vez que pasaron 20 o 30 minutos usando el Smartphone, salimos corriendo y arrancamos el día de la patada, si lo pensamos bien, si ese hábito me genera estrés cada día, debería replanteármelo, ¿no?
Construyamos buenos hábitos
Ya te encontrarás en Internet listas con ejemplos de buenos hábitos, esas listas sirven para ilustrar y permitirnos elegir algunos para así intentar adaptarlos a nuestra vida, pero será la repetición lo que nos permitirá naturalizarlos, esa será la señal de que ya los hemos incorporado exitosamente a nuestra rutina.
Es muy importante no caer en la trampa de querer adquirir todos los buenos hábitos que encontremos en estas listas, porque, para lograr ser bueno en algo, debemos brindarle toda la atención, análisis y ejecución necesaria para corregir y adaptar. El poder de un buen hábito radica en que sean actividades/acciones diarias que te sumen. ¿Como cuáles?
Esta es una breve lista personal de mis buenos hábitos:
- Rutinas físicas (ejercicio/movimiento).
- Alimentación/salud (elegir los alimentos que mejoren mi desempeño y calendarizar mis chequeos médicos durante todo el año).
- Optimización del tiempo (aprovechar y ser más productivos en lo profesional y aún más en lo personal, pues «el tiempo es oro» o, la nueva, «el tiempo es criptomoneda»).
- Finanzas personales (tener plena conciencia de mis ingresos y gastos).
- Sociales (cultivar mis relaciones).
- Educación (aprender, leer, inspirarme).
Cada día es un reto. Parece más fácil ceder ante un mal hábito que mantener la disciplina ante uno bueno, pero son la motivación y la constancia las claves para lograr el resultado que deseamos.
Hoy, quizás, nos planteamos un cambio radical de nuestra rutina, inspirados en lo que vemos en redes sociales, y no está mal. Usemos ese chispazo como disparador para dar un primer paso. Si elegimos bien, la recompensa nos dará la razón.
Crédito de la ilustración: Kristen Uroda: https://kristenuroda.com/
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