En el año 1996, en la ciudad italiana de Parma, un equipo de neurocientíficos de la universidad encabezados por el Dr. Giacomo Rizzolatti trabajaba con monos macacos. Los investigadores se encontraban estudiando áreas cerebrales de los monos que se relacionaban con la corteza cerebral responsable de los movimientos musculares, como el caso de brazos y las manos de los monos. Si bien el cerebro de los macacos es aproximadamente cuatro veces más chico que el humano, la estructura de la corteza cerebral es bastante parecida al nuestro.
Cierto día se encontraba un macaco sentado en el laboratorio con electrodos conectados al cerebro. Cuando las neuronas se activaban para mover los músculos de las manos para llevar, por ejemplo, comida a la boca, los cables transmitían esa información a una computadora. En ese momento, uno de los investigadores tenía hambre y tomó una banana que se encontraba justo frente al mono. Cuando comenzó a comerla, en la computadora se produjeron una serie de descargas y señales que indicaban que el macaco estaba moviendo sus brazos y manos como si estuviera llevando comida a su boca. Pero el mono estaba totalmente quieto; sólo miraba con deseo cómo el científico se comía la fruta.
Ante la sorpresa, se iniciaron una serie de pruebas e investigaciones que dieron lugar, por casualidad, a un descubrimiento importantísimo en la historia de las neurociencias. Cuando el mono movió sus brazos y manos, se activaron ciertas neuronas cerebrales responsables de ese movimiento. De este modo, se descubrieron neuronas que se activaban cuando el animal observaba los movimientos físicos de otro animal, como si en el cerebro se reflejara ese movimiento. Estas son las “neuronas espejo”.

Neuronas Espejo
Estas neuronas se activan cuando se observa o se ejecuta un movimiento. Los estudios iniciales en la Universidad de Parma demostraron la existencia de “neuronas espejo” en la región inferior de la corteza del lóbulo frontal y en parte del lóbulo parietal. Luego, numerosas investigaciones demostraron la existencia de este tipo de neuronas en otras áreas cerebrales de los monos, los seres humanos y las aves. Sirven para aprender por imitación, para comprender y ver los movimientos de los otros.
Los científicos creen que hay aproximadamente 1.000 “neuronas espejo” en cada milímetro cúbico de nuestro cerebro. Según las afirmaciones del neurocientífico Marco Lacoboni, los niños que imitan y observan con mayor atención las expresiones faciales de las personas que les rodean muestran una mayor activación de estas neuronas y como resultado de ello, mayor nivel de empatía.
Las investigaciones nunca cesan. El cerebro es uno de esos objetos de estudio que, cuanto más se descubre, más queda por descubrir. Se lograron grandes avances pero aún se tienen grandes retos para seguir descubriendo las bases de su funcionamiento.