Por Maximiliano Reimondi | Argentina
“Dicen que soy un gran escritor. Agradezco esa curiosa opinión, pero no la comparto. El día de mañana, algunos lúcidos la refutarán fácilmente y me tildarán de impostor o chapucero o de ambas cosas a la vez.” (Jorge Luis Borges)
Ser escritor es una profesión única y apasionante. Pensar ante la hoja en blanco es difícil y requiere un trabajo intelectual intenso. Es una relación íntima con las palabras. Ellas nos abordan y vagan en nuestra mente.
Los escritores somos artistas de la palabra. Es un mito que el escritor nace con el don. Puede suceder así. Pero también se hace. Eso requiere aprender ciertos recursos sobre la práctica de la escritura. Puede adoptar pautas o estímulos para ejercitarse: una palabra, una imagen, escribir un verso, etc.
Esos elementos derivan en sentimientos, ellos nos llevan a pensamientos y allí podemos desembocar en una acuarela de palabras, colores y música que nos impulsan a escribir un texto o una poesía. Debemos “jugar” con todo esto para crear nuestro método. Eso es un trabajo misterioso que nace de un impulso instintivo.
Lo que se requiere es atención, apertura, curiosidad y pasión. Al tener escrito un texto, debemos revisarlo y releerlo, aplicando todos los sentidos para mejorarlo y enriquecerlo. Debemos hallar la manera más exacta de expresar algo con la intensidad, la extensión y el contexto adecuados.
Es una introspección que conjugamos con experiencias, repertorio de palabras e imágenes acompañadas de lecturas. Las obras que escribimos son derivaciones de otras que hemos leído. Nuestra mente fija estas lecturas que nos permiten aprender sobre la técnica, que es el primer escalón para abordar la forma.
Es conveniente conocer los recursos estilísticos, para tener el bagaje de recursos que permita sortear los problemas de expresión que surgen durante la escritura. Pero no tenemos que atenernos a un modelo único para no repetirnos.
Así llegaremos a la forma. Esta demarca al texto, lo hace explícito y lo plasma fuera del autor. Se convierte en un objeto verbal que concentra la atención en sí mismo. Estará hecho de palabras y representará un mundo, una visión y un espejo donde nos veremos conmovidos por las palabras.
El trabajo de un escritor es un trabajo solitario, quizás de los más solitarios.
Para quien no es escritor es difícil hacerse una idea de lo que significa. Hay muchos grandes autores que lo han definido, y muy bien, pero aún así no es fácil de comprender para quien no lo es.
Para Ernesto Sábato no se es escritor más que de una manera: “no se hace arte, ni se lo siente, con la cabeza sino con el cuerpo entero; con los sentimientos, los pavores, las angustias y hasta los sudores”. No es posible escribir de otro modo, porque haciéndolo de otro modo sólo salen ensayos, noticias, artículos periodísticos y poco más, pero no literatura.