En los últimos años más que nunca, en todos lados se oye hablar de inseguridad. En los noticieros es moneda corriente, en la calle, charlas de café o familiares, también.
La pregunta sería si un adjetivo como inseguro puede ser usado en igual sentido para cosas como para personas.
Un puente puede ser inseguro porque su estructura no presenta todas las garantías necesarias para que transiten sobre él personas o vehículos, lo que genera a estos, inseguridad. Una conexión eléctrica puede ser insegura porque el cableado es incorrecto o presenta falencias, lo que asimismo produce, en quienes la utilizan, inseguridad.
Una persona insegura, también lo es por alguna estructura de base de su personalidad, pero no genera inseguridad en otros a menos que esa falta de confianza esté relacionada con la tarea que realiza. Uno no quisiera viajar en un transporte con un conductor inseguro porque eso podría resultar catastrófico. Mucho menos quisiera uno ser operado por un cirujano inseguro. Todas estas cosas generan determinado tipo de inseguridad.
No obstante, la inseguridad de la que habla la gente de los medios y de la calle, tiene que ver con otra cosa. Está relacionada con el miedo que nos produce estar expuestos a hechos delictivos. Hace tiempo ya que esos eventos dejaron de estar limitados a ciertas zonas (aunque hay algunas más expuestas que otras). Antes uno podía andar con tranquilidad simplemente evitando ciertos barrios o no saliendo después de determinada hora. Últimamente, sin embargo, quienes en algún momento intentaron refugiarse en la burbuja de los barrios privados están descubriendo que no hay nada que les garantice seguridad.
En este punto queda claro que la tan mentada inseguridad no es producida por “inseguros”, sino por delincuentes, que no distinguen rangos sociales porque los hay en cualquiera de ellos. Lo que quiero decir con esto no es sólo que los delincuentes tienen acceso a casi todos lados, sino que los hay en el seno de todos los estratos socioeconómicos, siendo parte integrante de ellos. La delincuencia no está limitada a los estratos más bajos de la sociedad, aunque en estos sea más visible.
El problema es que si se habla de inseguridad[i], el falso remedio sería contrarrestarla con más seguridad, como si en vez de hablar de personas estuviéramos hablando de un puente al que hay que reforzar; en cambio, hablar de delincuencia implica tratar un abanico de factores familiares, sociales, culturales, económicos, etc., con todo lo que ello implica.
Por lo tanto, no hay una sola forma de abarcar el tema si no se toman acciones de fondo que trabajen los distintos aspectos de la delincuencia. Llamar a ésta inseguridad, es una forma de sacarse un complejo problema de encima y no tener que tratar de raíz cada factor que la origina.
Quizás, para poder alcanzar la seguridad, lo mejor sería entonces comenzar a llamar a las cosas por su nombre.
[i] Falta de seguridad, Real Academia Española.