Aprendemos imitando. Desde niños copiamos a un adulto referente y lo representamos por medio del juego. Entonces, este adquiere características simbólicas que se pueden observar. Ya que expresan el mundo interior y la realidad que rodea al infante. Lo implícito se hace explícito.
¿Quién no ha jugado alguna vez de pequeño a interpretar un personaje que ha visto en la televisión o en revistas? ¿Te gustaría volver a esa época, al menos un rato?
Llega una edad en la que dejamos de jugar. Ya no nos parece interesante a la mayoría. Aunque, hay quienes parece que no han crecido mucho. Conocí personas así, que conservan el espíritu juvenil, me enseñaron cosas sobre disfrutar el momento y ser espontáneo.
Muchos psicoanalistas concuerdan que los adultos reemplazamos el juego por la fantasía: de la casa soñada, de la pareja ideal, del trabajo perfecto, de las vacaciones inolvidables, etc. Esa energía que invertimos en todo esto, la podemos canalizar en una actividad entretenida.
Si buscás diversión, juego y aprender algo nuevo al mismo tiempo, Tableau Vivant es lo que necesitas. ¿De qué se trata?
Esta técnica fotográfica nace en el siglo XIX de manera lúdica y consiste en imitar cuadros u obras de arte, interpretando nosotros mismos las escenas plasmadas en ellas. ¿Cómo empezar? En internet podemos encontrar un montón de ejemplos, desde las representaciones más elaboradas con muchas personas en la composición, hasta simples fotos de frutas y verduras. Un ejemplo es la obra del fotógrafo argentino Marcos López, “Asado en Mendiolaza”. Hace una reversión de “La última cena” de Leonardo da Vinci. Otro ejemplo, es una de las imágenes que probé con mi hermana, basada en la obra “Mujeres en la ventana” de Bartolomé Esteban Murillo.
Una vez que tengas claro de lo que se trata, hay que elegir un cuadro que más te guste. Existen incontables obras de arte, para todos los gustos. Ahora, solo queda hacer volar la imaginación, interpretar y sacar unas fotos. Todo vale, hasta se puede editar la imagen final para lograr mejores resultados.
Personalmente, lo recomiendo ya que es un proceso divertido para intentar con amigos y familia. Además, desarrolla la creatividad y el trabajo en equipo. Así lograrás volver a la infancia, la experiencia del juego y hacer que los cuadros cobren vida en tu propia piel.
¿Te animás a probarlo?