Maximiliano Reimondi
La selva Amazonas es compartida por Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guayana, Perú, Surinam y Venezuela. Estos ochos países son miembros de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), organismo intergubernamental fundado en 1995 sobre la base de acuerdos firmados en 1978. Aunque promociona diversos planes de cooperación y protección del medioambiente, la OTCA ha perdido fuerza con los años y se muestra inoperante ante crisis como las desatadas ahora por los incendios. Esta selva virgen supone un 25% del territorio sudamericano. Posee las mayores reservas de agua dulce del planeta, es el hogar de cientos de miles de especies de plantas, animales e insectos; el de 34 millones de habitantes y 420 tribus indígenas con 86 lenguas diferentes. Un 60% de ese territorio está en suelo brasileño. El 20% de este territorio ya ha sido arrasado por el hombre. Además, es la mayor floresta tropical del mundo y representa poco más de la mitad del bosque húmedo que existe en el planeta, que junto con las plantas marinas es clave para la generación de oxígeno.
La región atesora casi el 20% de las reservas de agua dulce del planeta, un recurso que, según la Organización de las Naciones Unidas. Según la Unesco, el planeta puede tener un déficit hídrico del 40% en 2030, si no cambia el actual modelo de consumo y preservación. Parte de esa riqueza está en el río Amazonas, declarado en 2011 como una de las “maravillas naturales” del planeta, que es el más caudaloso y largo del mundo; nace en los Andes peruanos y desemboca en el océano Atlántico tras un recorrido de unos 7.000 kilómetros. Descarga 220.000 metros cúbicos por segundo y transporta más agua que los ríos Missouri-Mississippi, Nilo y Yangtsé juntos. Su ciclo hidrológico alimenta un complejo sistema de acuíferos y aguas subterráneas, que puede abarcar un área de casi cuatro millones de kilómetros cuadrados entre Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Sin embargo, muchos de los ríos de la región están contaminados.
La OTCA calcula que, en los últimos 50 años, sobre el río Amazonas y sus afluentes se han vertido unas 1.300 toneladas de mercurio, usado en la minería ilegal. Los incesantes incendios en Amazonas ya están causando graves problemas de salud en varios niños. De acuerdo con un nuevo reporte, los incendios forestales han causado un pico de problemas respiratorios y hospitalizaciones en Brasil a causa del humo. Los niños son especialmente vulnerables ya que su sistema inmune y sistema respiratorio todavía están en desarrollo, y además pasan más tiempo al aire libre. La investigación indica que los efectos son más visibles en el llamado “Arco de Deforestación” de Brasil, un cinturón de pérdida forestal en la zona central del país.
A lo largo de los últimos años, se han publicado muchos informes avalados por los científicos e instituciones más prestigiosas. Es un llamamiento fundado en argumentos y datos, para evitar una miseria generalizada y una pérdida catastrófica de la biodiversidad, para frenar la destrucción rápida del mundo natural y el peligro de que la humanidad empuje a los ecosistemas más allá de sus capacidades para mantener el tejido de la vida.