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La historia trágica y poco conocida de Luis XVII, el Delfín Luis Carlos de Borbón, se inició cuando quedó huérfano de sus padres, los reyes depuestos de Francia, María Antonieta y Luis XVI, durante la Revolución Francesa. En efecto, luego de la condena a la guillotina de sus progenitores, en 1793, el pequeño permaneció encerrado en la cárcel de la torre del Temple, antiguo monasterio de los templarios, en condiciones de salubridad extremadamente nefastas, sin letrina alguna, con escasa comida y, durante los últimos seis meses, encerrado sin contacto humano alguno, lo que le produjo la muerte (probablemente de anemia y peritonitis tuberculosa o escrófula) en el año de 1795, cuando los partidarios de la monarquía lo invocaban como su rey y se desarrollaba la época final del Terror en la Revolución francesa.
Muerto el Delfín, aparecieron múltiples supuestos delfines, se habla de hasta cien personas que alegaron haberse salvado de la revolución huyendo de la cárcel del Temple, y que reclamaban el título de ser «el rey Luis XVII», entre muchos Jean-Marie Hervagault, personaje aparecido en la ciudad de Châlons, quien habría tomado su historia de Jean-Joseph Regnault-Warin, autor de Le Cimetière, de la Madeleine, y quien terminó su vida encarcelado en Bicêtre por estafador.
Hacia 1818, apareció en Buenos Aires, en América del Sur, el oficial de marina francés Pierre Benoit, quien dejó entrever que era el escapado Luis XVII. Fue persona de amplia cultura, pintor, arquitecto del frontispicio de la catedral de Buenos Aires y relojero, incluso se sabe que trabajó con el Gobierno de Rosas. Hacia el año de 1852 fue asesinado misteriosamente, y su vida sirvió de inspiración al escritor Manuel Mujica Láinez.
Luego aparecieron en Francia otros delfines, como lo fueron el vagabundo Charles de Navarre, quien murió en 1822 en un manicomio, y en el año 1830, Mathurin Bruneau, aventurero, estafador y escritor, luego, el barón de Rochemont, quien alegó que habría salido de la cárcel del Temple con la ayuda de Josefina de Beauharnais, nacida en Martinica y futura esposa de Napoleón I. En 1833, luego de un juicio, apareció en escena uno de los más notorios y convincentes seudodelfines, Karl Wilhelm Naundorff, relojero prusiano berlinés que no hablaba bien francés, y quien fue reconocido por miembros de la antigua corte francesa como el Delfín niño Luis XVII, entre otros por Agathe de Rambaud, niñera de Luis XVII hasta los siete años, en cuya casa se instaló por algún tiempo recibiendo visitas de algunos personajes de la época del “ancien régime”.
Karl Wilhelm Naundorff recorrió media Europa, y en 1835, en Londres, escribió un libro en el que contaba sus aventuras y huida de la prisión del Temple en un ataúd, siendo luego cambiado por un niño idiota de nombre Gonnehaut, quien habría sido el que murió en la prisión. Vivió cómodamente luego en Holanda, y fue reconocido por algunos monárquicos como Luis XVII.
En los Estados Unidos durante, el siglo XIX, hubo varios seudodelfines, como Louis Leroy, quien murió en Nueva York (en su lápida hizo recordar el supuesto hecho), Pierre Brousseau, nacido en Chicago, quien se preciaba de su cercanía con la princesa Angoulême de la corte francesa, y el misionero de Wisconsin Eleazor William.
Pero el Delfín también apareció en Colombia, y fue uno de los fundadores del pueblo de San Francisco de Sales, Cundinamarca, hoy en día situado a 40 km de distancia de Bogotá, donde mi padre se crio y fue a la escuela, y en donde reposan los restos de mi abuelo.
En efecto, la población de San Francisco de Sales surgió, según una historia iniciada en la época de la independencia (1810-1819), cuando se presentó ante Simón Bolívar un viajero francés llamado François Convers, que decía que era Luis XVII, el desertor de la prisión del Temple, y al que inmediatamente tomaron por loco. Sin embargo, su porte europeo, distinguido y blanco, acorde con los modelos estéticos de los criollos de la época, lo llevaron a casarse con la rica española Francisca Sánchez, cuya familia era dueña del antiguo Resguardo Indígena de San José de Chinga Caliente, donde vivía una población mestiza e indígena numerosa, tributaria de la vecina población de la Vega. En1857, los esposos Convers-Sanchez, ya maduros, aceptaron donar unas hectáreas para la formación de un poblado que sirviera de centro urbano a la población de la zona, y así surgió, en honor de los donantes, los esposos de nombre Francisco y Francisca, la población de San Francisco de Sales, nombre que también recordaba a un santo de la misma nacionalidad que el donante.
Pero la historia no terminó allí, Francisco Convers se creía Luis XVII, y esa historia la transmitió a sus descendientes Convers, entre los que se hallaba la monja Aracely, de 98 años, hermana de la Presentación en Bogotá, cuyo nombre de bautizo era María Francisca Convers Codazzi, y quien testimonió la historia hacia 1970. Los chismes corrieron en todos los mentideros de la ciudad por unos años.
El final de la historia de los delfines Luis XVII la conocemos todos, ya que hacia el año 2000 se tomó una muestra del ADN del corazón del niño muerto en la Torre del Temple en 1795 en París, el que había sido robado por quien realizó la autopsia de su cadáver para, luego de gran secretismo, ser guardado finalmente en una urna en la basílica de Saint Denis, Francia, en 1975. Cuando se procedió a compararlo con el ADN del cabello existente de María Antonieta, su madre, se confirmó la coincidencia, demostrando así que el niño Luis Carlos de Borbón, o Luis XVII, sí murió en la cárcel del Temple y que todos los otros delfines habían sido estafas o fake news, como se dice ahora, después de Donald Trump.
Esta historia, que subsistió con gran sigilo entre variada gente de la burguesía y el «notablato» bogotano hasta el año 2000, parecería sacada del realismo mágico del novelista colombiano Gabriel García Márquez.
*Imagen: Retrato de Luis XVII, de Alexander Kucharsky (1792).
No fue francisco Convers quien se presento ante Bolivar, fue un frances que por encargo lo crío, Francisco llego siendo un niño escondido en un barco traido de san Francisco, unicamente le dijo a dos personas su secreto a Agustin Codassi, y al cura que lo caso por confesion. Desde Francia llegaban medicos y se arrodillaban ante el y desde ese punto crecio mas la leyenda.