¿En verdad piensas que las recompensas son lo único que nos motiva? Bien, te cuento que existen evidencias suficientes que demuestran que esto no siempre es así.
La motivación es un aspecto fundamental para todos los que tenemos responsabilidades laborales, e incluso más para los que somos trabajadores independientes. Pero está claro que hay más de un enfoque sobre este tema, y que algunos de ellos están quedando obsoletos.
En la actualidad, es común encontrarse con empleados que parecerían tener poco entusiasmo por su trabajo, y eso se les nota en la cara, en la forma en que responden a nuestras preguntas o consultas, en definitiva, en el modo con el que atienden al público. Esto lo veo con frecuencia en muchos administrativos y en algunos operadores telefónicos. Pero claro, la culpa no es de ellos, sino de la empresa que los contrató, precisamente, por desconocer las verdaderas causas de la motivación humana.
Motivación: ¿premios y castigos?
Cuando la humanidad estaba en pañales, hace aproximadamente 50.000 años, nuestra preocupación más importante como especie era sobrevivir, y, por lo tanto, esa era nuestra principal motivación.
Con el paso del tiempo, la sociedad fue evolucionando hasta llegar a lo que ahora somos: una civilización con logros tecnológicos, culturales y científicos, en la cual las necesidades básicas de supervivencia parecerían estar más aseguradas (ya no vivimos en cuevas, ni tenemos que cazar para comer). Así, la humanidad abandonó el modelo de motivación basado en la supervivencia para abrazar un modelo de motivación basado en la búsqueda de gratificación, entendiendo la gratificación como algo opuesto al castigo.
Este modelo tuvo su apogeo durante la Revolución Industrial, período en el cual los trabajadores —en especial, los de fábricas— eran vistos como pequeños engranajes de una enorme maquinaria que tenía que funcionar siempre a la perfección para generar beneficios, y para que esto fuera posible había que premiar a los empleados cuando cumplían con sus tareas y castigarlos cuando no lo hacían. ¿Te suena?
El modelo de premios y castigos existe todavía, solo que ahora contamos con suficientes evidencias que indican que esta forma de entender la motivación no le sirve por igual a todo el mundo. Te comparto tan solo tres que tienen que ver con el área laboral en que me muevo:
- Cada vez son más las empresas que, además de querer obtener algún beneficio económico, tienen otros objetivos, como el bien común, la responsabilidad social, etc.
- Cada vez son más los profesionales que deciden abandonar su trabajo simplemente porque ya no se sienten satisfechos en él, y optan por dedicarse a lo que en verdad les gusta, incluso a riesgo de ganar menos dinero. Aquí, como imaginarás, no hay estímulo económico que valga.
- Cada vez son más las empresas que tienen empleados «deslocalizados» (en especial, en países emergentes) porque les resulta más barato mantenerlos. Debido a la distancia, las empresas no pueden controlar a estos empleados deslocalizados tanto como quisieran, por consiguiente, el modelo de premios y castigos del que venimos hablando no tiene razón de ser.
Sin embargo, hay casos en los que este modelo de motivación sí funciona. Por ejemplo, en esas tareas rutinarias o mecánicas, es decir, en esas tareas que no necesitan demasiada creatividad, siempre es aconsejable que el que las realice cuente con algún tipo de motivación extra para compensar el nivel de alienación al que, en cierta forma, se ve expuesto.
Cuando la motivación viene de uno mismo
¿Alguna vez te preguntaste quién motiva a los freelancers? Pues si todavía no obtuviste una respuesta, aquí te doy una. Nadie, a los freelancers la motivación les viene de ellos mismos.
Una vez que los freelancers acordamos una «compensación base» adecuada y justa (esto es, el precio de nuestros servicios), construimos un entorno sano y motivador a largo plazo, en el cual se potencian nuestra autonomía, nuestro deseo de crecer profesionalmente y nuestras ganas de ampliar la red de relaciones con colegas y colaboradores. Cuando estas tres necesidades están satisfechas, nos sentimos motivados para producir y ser felices. Sucede que, para nosotros, ser «humano» es mucho más que sobrevivir y buscar incentivos, también se trata de interesarnos por lo que hacemos, y esto solo es posible cuando las condiciones que nos rodean son las adecuadas.
Lo que ocurre es que los freelancers no nos guiamos por el modelo de motivación tradicional, pues sabemos que este no contempla el factor interés. Si te fijas bien, las empresas suelen esforzarse en ofrecer compensaciones o incentivos a sus empleados para que estos cumplan con objetivos mensuales, trimestrales o anuales; no obstante, lo que en realidad están logrando es acabar con el interés de sus empleados por lo que hacen. Cuando las personas se interesan por lo que hacen, logran alcanzar muchas más metas y, en consecuencia, tener una vida más plena.
Un poco más acerca de la autonomía
Aunque pueda parecerte extraño, los impulsos primarios del ser humano son la curiosidad y la autogestión. Y esto lo podemos ver en los niños cuando aún no han sido «programados» para ser obedientes y predecibles. Con esto quiero decir que, si un equipo de trabajo no es todo lo activo que deseamos, no es porque sea así de nacimiento, sino porque las condiciones y el ámbito en los que se ha desarrollado no han sabido estimularle la curiosidad y la autogestión.
Pero esto está cambiando. De hecho, actualmente, algunas empresas —como Google, 3M o FedEx— exigen a sus empleados que le dediquen alrededor del 20 % de su tiempo a trabajar en asuntos o temas no relacionados con sus objetivos o tareas habituales y, he aquí lo mejor, les dan plena libertad para hacerlo. Aunque no lo creas, buena parte de los productos o servicios de más éxito de estas empresas han nacido de ese espacio en el que se impulsa la creatividad y la autonomía.
La libertad es lo que permite que la humanidad avance. Por eso, la autonomía es un punto importantísimo en este nuevo enfoque de motivación. Un enfoque que los freelancers, indudablemente, conocíamos de antemano.