l mundo es un algo maravilloso que los hombres han intentado interpretar según el lenguaje hablado, constituido como enciclopedia simbólica taxonómica de su realidad, según Destutt, de Tracy, para clasificar su medio cultural, mediante su gramática y entornos, social y físico…
La organización social le sirve al hombre como modelo para descifrar el mundo desconocido: Entonces el hombre, según Fustel de Coulanges en su obra La Ciudad Antigua, tomó su organización social inmediata como modelo para descifrar el mundo desconocido, suponiéndolo como un sistema análogo a su familia tribal nuclear, mediante una transposición de su entorno inmediato o modelo, a lo mediato, desconocido y misterioso, empleando una secuencia de sonidos lingüísticos asociados a sonidos significantes o señales.
Esas señales, transmitidas por el entorno, fueron consideradas, en variadas circunstancias, como mensajeros de los Dioses, o de las almas que pueblan su mundo, detrás de los fenómenos observados, dando lugar a explicaciones según relaciones antropozoomorfas, análogas a los pueblos que las crearon. Es de recordar el papel que tuvieron en la Biblia los ángeles como mensajeros de Dios, o los profetas como iluminados, al igual que el papel adivinatorio de los oráculos, tales como Delfos en Grecia o en historias míticas descritas en la Tragedia Griega…
Los animales y el hombre por ejemplo, en el Aparte 3 del capítulo “Ecleciastés” de la Biblia, desarrollan un sentido existencial de la vida y de la muerte, y mediante su carácter transitorio, ejemplifican los símbolos de semejanza, similitud y ambigüedad de que habla Foucault, con la representación de los animales frente a la especie humana:
“Yo pienso que “en cuanto los hombres, Dios los prueba para que vean que son como los animales, cuya suerte final es análoga e igual ; el mismo destino los aguarda a ambos;… Todos caminan al mismo lugar, todos vienen del polvo y todos vuelven al polvo. ¿Quién sabe si el espíritu del hombre sube hacia lo alto y el espíritu del animal baja a la tierra?”.
Porque, según Michel Foucault en su obra “Las palabras y las cosas.pp 35” : “hasta el siglo XVI, la semejanza o similitud desempeñó un papel constructivo en el saber o episteme de la cultura occidental”, tal como los fenómenos naturales, en un eterno retorno cíclico con base en: “La conveniencia, la emulación, la analogía y la simpatía, como semejanzas que se hallan ligadas con las cosas y con los hechos, lo que lleva a la interpretación como episteme o saber”.
Las semejanzas como extensiones ligadas a las cosas: Así, esas analogías son extensiones de las cosas que se alargan para poder ser traducidas al lenguaje del hombre, o que se comunican autónomamente como el mohan del río, los espíritus de la selva, la Diosa Fortuna (Τύχη o Tiqué) y la Moira o el destino de los Griegos (μοῖρα) o el dios Sol como dador de vida en cuya memoria se descansa un día, der Sonntag, the Sunday o el domingo.. .
¿Será entonces que las guerras y su crueldad son castigos de los Dioses? En este sentido, las guerras han sido interpretadas como símbolos de la Divinidad que quiere castigar y regenerar a un pueblo como ocurre muchas veces en la historia de Israel en la Biblia. o como lo interpreta Nietzsche con relación a la esclavitud en su obra “Estado Griego”: “A la esencia de una cultura es inherente la esclavitud. Ella es el buitre que roe en el hígado al prometeico promotor de la cultura.;” Así llegamos al mundo moderno cuando, como un castigo inmerecido, Europa y USA, se lanzaron a la conquista del orbe. Será que las cíclicas guerras en el Cercano Oriente o en Colombia, que padecemos actualmente, han sido y son castigos enviados directamente por Zeus, por Dios o por Jehobá o derivan de la locura desatada por el Poder de los poderosos?