Todos los 21 de septiembre las florerías de Buenos Aires incrementan hasta 10 veces sus ventas.
Los mismos negocios prolongan sus horarios de atención porque muchas personas no pueden abandonar la tradición de regalar flores. Junto con el día de la madre y el de los enamorados, el comienzo de la primavera es la fecha del calendario donde más ramos y arreglos se obsequian.
Muchas personas la eligen como su estación preferida del año, porque además del clima, en primavera, todo se vuelve más cálido, y ese despertar del letargo invernal produce en la gente un efecto de sosiego y bienestar. El tedioso peso de la vida, rutinaria como es, se aliviana; los primeros días de calor nos inyectan una actitud transmisible e indisimulable: El buen humor. Aunque para la ciencia el estado de placidez que nos aborda en estas fechas se debe a que la luz solar activa áreas del cerebro vinculadas con el placer, las mismas que se incentivan con el sexo, el chocolate y otros estímulos.
Espirituales o escépticas, sean cuales sean las razones, en la vida de cualquier persona la primavera ocupa un espacio significativo. En el seno de una pareja esta fecha siempre puede ser una opción para reactivar los circuitos oxidados del romance, porque cualquier mujer espera ser alagada con una flor por parte de su novio, amigo o esposo. Una flor quizá signifique eso: Una inspiración de aire dentro del matrimonio, una sorpresa que difumine de placer los ojos de una novia o tal vez una oportunidad para pedir perdón. Y aunque parezca obvio que la rosa sea la opción predilecta en las compras, esto ha dejado de ser así. El primer lugar en las ventas lo ocupan las flores de estación como las fresias, dejando a las rosas en un segundo plano.
En el momento en que el día abra los ojos y las calles se iluminen tocadas por los dedos del sol, y su intensidad haga más suaves los colores, cuando los troncos de los árboles se tallen de amantes y en las tiendas las flores de mayo apostadas en baldes sean más bellas hoy, comenzará una etapa de equilibrio: un tibio aire de primavera que trascurra lejos de las frías noches de abril y del calor espeso de finales de año.
Entonces regalar una flor, al menos por un día, quizá no resulte tan extraño.